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Las actitudes de Jesús reflejan la naturaleza de Dios, encarnando el amor divino, la misericordia, la sabiduría y la compasión. Vivió para hacer la voluntad de Dios, mostrando amor fraternal y paternal al tiempo que enseñaba que elegir la voluntad de Dios hace de uno un verdadero hijo de Dios.
Estudiar las actitudes de Jesús es importante porque reflejan la naturaleza de Dios. Jesús decía a menudo: "El que ha visto al Hijo ha visto al Padre" La actitud de Jesús hacia las personas, hacia todas las personas, era de amor divino unido a la misericordia. Su actitud ante la vida consistía en hacer la voluntad de Dios en todas las cosas y en todas las situaciones, incluso cuando se enfrentaba a falsas acusaciones, al odio despiadado y a la muerte cruel. La actitud del Maestro fue siempre sublime, sabia, compasiva y considerada del mayor bien para Dios y la humanidad. Y enseñó que toda persona que adoptaba la actitud de elegir hacer la voluntad del Padre se convertía en hijo activo de Dios.
La actitud de Jesús hacia sus semejantes era fraternal y paternal. Como Hijo del Hombre, Jesús ama a todos como hermanos y hermanas. Jesús, el Hijo de Dios, ama a todos como lo haría un padre verdadero y perfecto. La actitud del Hijo de Dios refleja los sentimientos de Dios hacia sus innumerables hijos en este mundo y en todos los demás.
A medida que Jesús crecía como hombre, sus perspectivas crecían con él. El primer gran cambio de actitud se produjo cuando tenía once años. Su madre tuvo complicaciones y una grave enfermedad después de dar a luz al hermano de Jesús, Judas. Él y su padre estuvieron ocupados durante varias semanas cuidando de ella y de la casa. Jesús estaba muy ocupado con los recados para su padre y los deberes familiares. Nunca más le fue posible volver a la actitud infantil de sus primeros años.
Cuando Jesús tenía El decimoséptimo año de Jesús, los Los zelotes llegaron a Galilea para alistar hombres en una rebelión contra los impuestos romanos. Estaban teniendo éxito hasta que llegaron a Nazaret e intentaron reclutar a Jesús. Éste escuchó a los reclutadores zelotes e hizo muchas preguntas, pero se negó a unirse a ellos. Como resultado, cerca de la mitad de los jóvenes de Nazaret también rechazaron la llamada a las armas de los zelotes. A partir de entonces, la actitud de Jesús hacia los asuntos civiles, políticos y sociales quedó fijada. A partir de este incidente, se dio cuenta de lo influyente que era, y ahora sabía que su misión era espiritual, no material.
Tal vez la transformación de actitud más profunda en la vida de Jesús ocurrió cuando se acercaba a los treinta años. Durante este período crucial, experimentó un profundo despertar espiritual que alteró fundamentalmente su percepción de su misión terrenal. Empezó a comprender plenamente el propósito divino de su encarnación, reconociendo que su vida no consistía meramente en una experiencia personal, sino en revelar la naturaleza de Dios a la humanidad. Esta creciente comprensión provocó un cambio significativo en su concepto de sí mismo: pasó de verse principalmente como un hijo humano de José y María a abrazar su doble naturaleza, La doble naturaleza de Jesús: humana y divina. Ahora se veía a sí mismo como un mensajero espiritual que se preparaba para revelar progresivamente el verdadero carácter de Dios a un mundo necesitado de iluminación espiritual.
La naturaleza humana prebautismal de Jesús le dictaba que su primer deber era la autoconservación, una actitud legítima para cualquier ser humano. Después de su Bautismo de Jesús en el Jordán, a la edad de treinta y un años, decidió seguir un camino antinatural: decidió no buscar la autoconservación. Optó por negarse a defenderse. Y esta actitud le sirvió durante el resto de su vida, incluso durante el último y más difícil de todos sus días como mortal.
Poco después de que Jesús ordenara a sus Los Doce Apóstoles, les enseñó cuál debía ser su actitud, como representantes suyos, hacia los aspectos no espirituales de la vida. A continuación se resumen sus enseñanzas:
Actitud política: Advirtió a sus apóstoles que fueran discretos en sus comentarios sobre las tensas relaciones entre el pueblo judío y el gobierno romano. Su actitud podría expresarse mejor en uno de sus dichos más famosos: "Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios".
Jesús no fue un reformador político. No vino a reorganizar el mundo secular. Sin embargo, mostró la mejor manera de vivir, y ninguna generación está exenta de la labor de descubrir la mejor manera de adaptar la vida de Jesús a sus propios problemas. Jesús advirtió a sus seguidores que no cometieran el error de identificar sus enseñanzas con ninguna teoría política o económica, ni con ningún sistema social o industrial.
Cuando las enseñanzas de Jesús tocaban a partidos religiosos o políticos -que solían estar entrelazados-, siempre decía simplemente: "Buscamos ganar a todos, pero no somos de ninguno de ellos."
Actitud social: Jesús presentó la idea de la bondad activa y espontánea, un amor a los semejantes tan genuino que ampliaba la vecindad para incluir al mundo entero, convirtiendo así a todos los hombres en prójimos de uno. Sin embargo, no enseñó a sus apóstoles que debían dejarse imponer por parásitos sociales o buscadores profesionales de limosna. Dejó claro que la bondad indiscriminada puede ser culpable de muchos males sociales.
En todos estos asuntos, la práctica de Jesús era decir siempre: "Sed prudentes como serpientes, pero inofensivos como palomas" En todas las situaciones sociales, su actitud y su ejemplo consistían en practicar la paciencia, la tolerancia y el perdón. Lo más cerca que estuvo de hacer un pronunciamiento sociológico fue decir: "No juzguéis, para que no seáis juzgados".
La familia ocupaba el centro mismo de la filosofía de la vida social de Jesús. Exaltó la vida familiar como el deber humano más elevado, pero dejó claro que las relaciones familiares no debían interferir con las obligaciones religiosas. Se negó repetidamente a dictar leyes, pero muchos de los primeros seguidores de Jesús tenían firmes opiniones sobre asuntos sociales y familiares, y no dudaron en atribuírselas.
El arte estaba mal visto por las autoridades morales del pueblo de Jesús, y la idolatría estaba especialmente prohibida. Pero él apreciaba la representación humana de la gracia y la belleza. Mientras visitaba la casa de un coleccionista de arte griego llamado Jesús aconseja a Flavio sobre la cultura griega, dijo: "En la era venidera ...los hombres inteligentes podrán disfrutar de los tesoros del arte sin confundir tal apreciación material de la belleza con la adoración y el servicio al Padre en el Paraíso."
Actitud económica: Jesús no fue un reformador económico, aunque con frecuencia llamó la atención sobre la injusticia de la desigual distribución de la riqueza. Reconoció la necesidad de la justicia social y la equidad industrial, pero no ofreció reglas para su consecución.
Jesús nunca enseñó a sus seguidores a evitar las posesiones materiales. Con frecuencia advertía a sus oyentes contra la envidia, diciendo: "La felicidad de un hombre no consiste en la abundancia de sus posesiones materiales", y reiteraba constantemente: "¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma?" No atacó directamente la posesión de bienes, pero insistió en que es eternamente esencial que los valores espirituales sean lo primero. No era la riqueza lo que denunciaba, sino lo que la riqueza hace a la mayoría de sus devotos.
La Jesús limpia el templo de prestamistas reveló la actitud de Jesús hacia la comercialización de las prácticas religiosas, así como su aversión a toda forma de injusticia y especulación a expensas de los pobres y los ignorantes. Este episodio también demostró que Jesús no aprobaba las prácticas injustas y esclavizadoras de minorías injustas que pudieran atrincherarse tras el poder político, financiero o sacerdotal.
El Maestro nunca pretendió formular teorías económicas; sabía que cada época debe desarrollar sus propios remedios para los problemas existentes. Si Jesús estuviera hoy en la tierra, viviendo su vida en la carne, su actitud sería una gran decepción para la mayoría de los hombres y mujeres de bien, por la sencilla razón de que no tomaría partido en las disputas políticas, sociales o económicas actuales. Permanecería grandiosamente distante mientras les enseñaba a perfeccionar su vida espiritual interior para hacerles más competentes a la hora de abordar la solución de sus problemas puramente humanos.
Jesús haría a todos sus seguidores semejantes a Dios y luego se mantendría compasivo mientras estos hijos de Dios resuelven sus propios problemas políticos, sociales y económicos. Pero sí decía a menudo a sus seguidores: "Más bienaventurado es dar que recibir".
El Maestro llevó la antigua regla de vida, 'trata a los demás como te gustaría que te trataran a ti', a un nivel nuevo y superior. Enseñó a sus apóstoles y seguidores a tratarse unos a otros como Dios o el propio Maestro les trataría. Una noche, en el huerto de Lázaro, le pidieron a Jesús que ampliara sus enseñanzas sobre la nueva regla de vida. Entre otras muchas cosas, dijo lo siguiente a los reunidos a su alrededor:
"Alcanzamos el nivel de perspicacia espiritual e interpretación espiritual en este mandamiento de tratar a todos los hombres como concebimos que Dios los trataría. Ese es el ideal universal de las relaciones humanas. Y ésta es vuestra actitud hacia todos esos problemas cuando vuestro deseo supremo es hacer siempre la voluntad del Padre. Os pido que hagáis con todos lo que sabéis que yo haría con ellos en circunstancias semejantes".
Hubo otra actitud exclusiva de Jesús, que asombró a todos los de su tiempo: abogó por la ¿Cómo trataba Jesús a las mujeres?. Incluso las invitó a Jesús crea el Cuerpo Femenino junto a sus apóstoles. En una generación, Jesús sacó a las mujeres del olvido irrespetuoso y de la servidumbre. Y lo único vergonzoso de la religión que presumió de llevar el nombre de Jesús es que no tuvo el valor moral de seguir este noble ejemplo en su actitud hacia las mujeres.
Algún día, la actitud de Jesús hacia las mujeres se realizará plenamente, y la verdadera igualdad se convertirá en la norma de civismo. Los hombres no deben olvidar nunca que las mujeres han sido siempre las abanderadas morales y las líderes espirituales de la humanidad. Los hombres y las mujeres no deben olvidar que la mano que mece la cuna sigue fraternizando con el destino.
Jesús enseñó a todos que el El Reino de los Cielos puede realizarse mejor adquiriendo la actitud espiritual de un niño sincero. Esto suele implicar Culto y oración: comunión con Dios. Pero Jesús nunca rezó como un deber religioso. Para él, la oración era una expresión privada y sincera de su actitud espiritual. El secreto de la incomparable vida religiosa de Jesús era su conciencia de la presencia de Dios, que alcanzaba a través de la oración inteligente y la adoración sincera -comunión ininterrumpida con Dios- y no por indicaciones, voces, visiones o prácticas religiosas extraordinarias.
En cuanto a la felicidad, la actitud del Maestro implica sensibilidad y capacidad de respuesta a las necesidades humanas. Esto crea una felicidad genuina y duradera. Y una actitud tan bondadosa protege al ¿Qué es el alma? de las influencias destructivas de la ira, el odio y la sospecha.
La actitud más sorprendente de Jesús se observó durante su injusto Traición y arresto de Jesús, simulacro de juicio y sádica ejecución. En el juicio ante los jueces del Sanedrín, Jesús se negó a responder al testimonio de falsos testigos. Cuando el Maestro fue arrestado, sabía que su obra en la tierra había terminado. Comprendía perfectamente el tipo de muerte que le esperaba, y poco le importaban los detalles de su supuesto juicio.
Su actitud hacia los mortales ignorantes que le perseguían quedó plenamente revelada por su paciencia y su gran serenidad ante las burlas y los golpes de los rudos soldados y los sirvientes irreflexivos. Ni siquiera se enfadó cuando le vendaron los ojos y, después de golpearle en la cara, exclamó: "Profetízanos quién fue el que te golpeó."
Jesús dijo poco durante estas pruebas, pero dijo lo suficiente para mostrar a todos los mortales y al universo que lo miraba el tipo de actitud y carácter que los humanos pueden alcanzar en asociación con Dios. Reveló al universo cómo Dios puede manifestarse en la vida mortal. En su inigualable vida adulta, Jesús nunca dejó de revelar Dios al hombre. Ahora, en estos episodios finales de su carrera mortal y su posterior muerte, hizo una nueva y conmovedora revelación del hombre a Dios.
Jesús sabía muy bien que la voluntad del Padre era que se sometiera al curso natural y ordinario de los acontecimientos humanos, como cualquier otra criatura mortal. Por lo tanto, se negó a emplear incluso sus poderes humanos para influir en el resultado de su prueba. Había adquirido una actitud característica que le permitía mantener la compostura y afirmar su dignidad frente a los continuos e injustificados insultos. No podía dejarse intimidar.
Cuando Caifás desafió a Jesús a confirmar si afirmaba ser el Hijo de Dios, Jesús respondió con sencillez y seguridad: "Lo soy" La actitud intrépida y la valiente honestidad de Jesús proporcionaron la "prueba" que Caifás necesitaba como base para condenar al Maestro por blasfemia. A lo largo de toda la dolorosa prueba, su actitud fue de sencilla dignidad y majestad sin pretensiones.
Por último, cuando Jesús fue Jesús es crucificado entre dos ladrones, ni una sola vez se dejó llevar por la ira, la venganza o la autocompasión. No arremetió contra sus perseguidores ni maldijo su suerte. Su inquebrantable actitud de amor y misericordia durante los últimos episodios de su carrera mortal y en su atroz muerte constituyeron una nueva y conmovedora revelación del hombre a Dios. A pesar de todo, nunca dudó de que la muerte era la puerta a la resurrección y a la vida eterna.
El duodécimo apóstol; traidor de Jesús.
Hermano de Jesús; activista político.
Los zelotes eran partidarios de la revuelta y chocaban con los romanos y los judíos pacifistas.
Rick Warren, Mike Robinson, Gary Tonge