Descubre a Jesús \ Tema \¿Qué enseñaron los Apóstoles a las multitudes?
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Antes de la muerte de Jesús, los apóstoles enseñaban el reino de los cielos como una relación personal y espiritual con Dios. Tras su muerte, su enfoque cambió, y la mayoría hizo hincapié en su resurrección y en la vida después de la muerte.
Antes de la muerte de Jesús, los Los Doce Apóstoles enseñaron a las multitudes sobre el reino de los cielos como un estado interno y espiritual, haciendo hincapié en una relación personal con Dios en lugar de un reino político o terrenal. Este reino se describía como una comunión viva con Dios que traía paz y propósito moral a los creyentes. También enseñaban la naturaleza de Dios como Padre amoroso, cambiando el enfoque de una deidad punitiva a un ser compasivo y perdonador. Esta base de hermandad espiritual animaba a las personas a verse como iguales y a vivir en unidad y servicio.
Tras la muerte de Jesús, el mensaje de los apóstoles evolucionó. Mientras que algunos siguieron haciendo hincapié en sus enseñanzas sobre la transformación interior, otros se centraron en su resurrección como piedra angular de la fe, considerándola una garantía divina de vida eterna. Este cambio marcó una divergencia, especialmente evidente en la obra de Abner, que se mantuvo firme en la defensa de las enseñanzas originales de Jesús. Abner subrayó la naturaleza espiritual del reino y el amor del Padre, en contraste con Simón Pedro, Santiago y, más tarde, Pablo, que centraron cada vez más su mensaje en la resurrección de Jesús y la redención divina.
Durante El ministerio público de Jesús, los apóstoles enseñaron un concepto profundo del El Reino de los Cielos que trascendía cualquier realidad terrenal o política. Mientras que muchos de los que escucharon el mensaje de Jesús esperaban un reino físico que los liberara del dominio extranjero y restaurara la soberanía de Israel, Jesús y sus apóstoles transmitieron que el reino de los cielos era un estado interno y espiritual, una comunión con Dios a la que se podía acceder individualmente, independientemente de las condiciones terrenales. Esta interpretación supuso un cambio transformador para las multitudes, cuyas expectativas habían estado moldeadas durante mucho tiempo por las esperanzas históricas de un reino mundano.
Los apóstoles explicaron que el reino no era una institución visible, sino una relación viva con Dios basada en la fe personal y el compromiso con el crecimiento espiritual. Este reino interior traía a los individuos paz, propósito y una nueva brújula moral alineada con los valores divinos. En lugar de esperar acontecimientos o signos externos, Jesús enseñó que las personas podían experimentar el reino aquí y ahora desarrollando una relación personal y amorosa con el Padre. Esta enseñanza de un reino espiritual inmediato marcó una pauta de transformación personal que era totalmente independiente de las circunstancias externas o del estatus social. Era, fundamentalmente, un reino del corazón, que animaba a sus seguidores a buscar a Dios en su interior y a permitir que esa conexión divina transformara sus vidas desde dentro hacia fuera.
Otra enseñanza revolucionaria fue el concepto de Dios como un Amar a Dios en lugar de temerle, en lugar de una figura distante y sentenciosa. Los apóstoles presentaban a Dios como íntimamente implicado en la vida de cada persona, deseando una relación personal y directa con ella. Esta representación compasiva era radicalmente distinta de las imágenes punitivas de las deidades que predominaban en su época, en las que la gente veía a los dioses como seres a los que había que temer, apaciguar u obedecer estrictamente mediante normas y rituales religiosos.
Los apóstoles compartían el mensaje de Jesús de que la naturaleza de Dios es intrínsecamente bondadosa e indulgente, y que acoge a todos los que le buscan sinceramente. El retrato que hizo Jesús de Dios como un Padre amoroso que busca activamente el bienestar y el crecimiento de cada uno de sus hijos desafió los puntos de vista convencionales y fomentó una relación dinámica y de confianza. Este mensaje enfatizaba el perdón ilimitado de Dios y su deseo de que cada alma progresara espiritualmente, promoviendo una fe basada en el amor y no en el miedo. Los apóstoles instaron a las multitudes a abrirse a esta conexión íntima y compasiva, que estaba al alcance de todos, independientemente de la condición social, la etnia o los errores del pasado. Era una llamada a ver a Dios como un padre cuya gracia está continuamente disponible, un concepto revolucionario y profundamente reconfortante para personas que a menudo se habían sentido indignas del amor divino.
Un tema central en las enseñanzas de Jesús, reforzado por los apóstoles, era el concepto de fraternidad universal. Al identificar a Dios como un Padre amoroso, Jesús subrayó que todos los seres humanos son, en esencia, hermanos. Esta enseñanza tenía profundas implicaciones para la unidad social, desafiando las divisiones que habían caracterizado durante mucho tiempo a la sociedad humana, desde las distinciones tribales y raciales hasta las separaciones basadas en la clase social. Los apóstoles animaron a sus seguidores a ver a cada persona como parte de una vasta familia espiritual en la que todos, independientemente de su origen, podían vivir como iguales bajo el amor de Dios.
En una época de gran estratificación social, este mensaje fue transformador. Los apóstoles enseñaron que la auténtica fraternidad era algo más que una idea teórica; requería la ruptura de las divisiones sociales y un compromiso con la comprensión y la unidad. A los seguidores de las enseñanzas de Jesús se les animaba a ver más allá de las diferencias y a relacionarse con los demás en un espíritu de buena voluntad y aceptación. Este llamamiento a la unidad no sólo era socialmente radical, sino espiritualmente fundamental. Al vivir en armonía unos con otros, los creyentes demostraban los principios mismos del reino de los cielos, sirviendo como ejemplos vivientes de lo que significaba vivir bajo la guía de Dios. Este énfasis en la fraternidad sentó las bases de una nueva ética social, que priorizaba el amor, el perdón y la solidaridad como expresiones de la voluntad divina.
Para los apóstoles, la justicia no consistía en la estricta observancia de la ley o el dogma religiosos, sino en una forma de vida que reflejaba el compromiso interior con Dios. Jesús había enseñado que Fe y justicia está alineada con la voluntad de Dios y es visible en acciones marcadas por el amor, la misericordia y la integridad ética. Esto suponía un alejamiento de las prácticas religiosas convencionales que hacían hincapié en la pureza ritual y la obediencia legalista. En cambio, Jesús enseñó, y los apóstoles enfatizaron, que la verdadera rectitud proviene de un corazón transformado, que produce naturalmente bondad, humildad y compasión.
El servicio a los demás se convirtió en la piedra angular del mensaje de los apóstoles. Enseñaron que la grandeza en el reino no se define por el estatus o la riqueza, sino por la voluntad de servir a los demás. Jesús había modelado este principio a lo largo de su ministerio, atendiendo a menudo las necesidades de los marginados y olvidados. Su ejemplo se convirtió en el ideal que guiaba a los apóstoles, que animaban a sus seguidores a emular este espíritu de servicio. Esta perspectiva de servicio desafiaba las normas sociales, sobre todo en un mundo en el que las jerarquías sociales se mantenían rígidamente. Los apóstoles abogaron por un nuevo tipo de grandeza, definida por la humildad, la empatía y el esfuerzo activo por elevar a los demás.
Tras Jesús es crucificado entre dos ladrones, los apóstoles experimentaron un importante cambio de enfoque al difundir sus enseñanzas a un público más amplio. Aunque anteriormente habían hecho hincapié en el reino de los cielos, la comunión espiritual y la transformación moral, la realidad de La resurrección de Jesús se convirtió en el centro de su mensaje. Ahora se encontraban proclamando la historia de su resurrección como una confirmación de la vida eterna y un respaldo divino a su identidad y sus enseñanzas. Para muchos seguidores de Jesús, la resurrección era una prueba del poder de Dios sobre la muerte y una promesa de vida más allá de la tumba. Este nuevo énfasis en la resurrección de Jesús ofrecía consuelo y esperanza, sobre todo a quienes temían a la muerte o tenían dudas sobre el futuro.
Sin embargo, este cambio creó una sutil división en el mensaje de los apóstoles. Algunos, como Pedro y Santiago (el hermano de Jesús), y más tarde Pablo, hicieron hincapié en la muerte sacrificial y la resurrección de Jesús como punto central de su enseñanza. Presentaban a Jesús como el salvador resucitado cuyo triunfo sobre la muerte era un acto divino de redención. Esta perspectiva resonaba entre quienes encontraban esperanza en la promesa de la vida eterna, vinculando la resurrección de Jesús con su propia seguridad de vida después de la muerte. Sin embargo, otros consideraban que el mensaje del reino -las enseñanzas de Jesús sobre la transformación interior, el amor de Dios y la fraternidad de la humanidad- debía seguir siendo central. Estos seguidores, liderados por Abner, abogaban por seguir centrándose en las dimensiones prácticas y éticas de las enseñanzas de Jesús, pues creían que eran el núcleo de su mensaje a la humanidad.
Esta división reflejaba una tensión entre el significado metafísico de la resurrección de Jesús y las enseñanzas prácticas que impartió durante su vida. Mientras un grupo encontraba en su resurrección un poderoso mensaje de esperanza y victoria divina, el otro trataba de mantener el evangelio original del reino, que hacía hincapié en el crecimiento espiritual, la unidad y el servicio. Esta divergencia influiría en Después de Pentecostés - Pedro, Pablo y el cristianismo, dando forma al desarrollo de la doctrina y al establecimiento final de una fe que buscaba el equilibrio entre las enseñanzas del reino y la historia de la resurrección de Jesús.
En los años que siguieron a Ascensión de Jesús, el mensaje de los apóstoles evolucionó, ampliándose para responder a las diversas necesidades de su creciente audiencia. Continuaron enseñando sobre el reino de los cielos, un Dios compasivo, la fraternidad universal, la justicia y el servicio, al tiempo que hacían cada vez más hincapié en la resurrección de Jesús como piedra angular de su fe. Este doble enfoque sobre las enseñanzas de la vida de Jesús y su resurrección permitió a las primeras comunidades cristianas conectar los aspectos prácticos de su mensaje con la seguridad espiritual de la vida eterna.
Las enseñanzas de los apóstoles sentaron las bases de un movimiento que hacía hincapié tanto en la vida ética como en la fe en la promesa de la comunión eterna con Dios. En última instancia, la versión del cristianismo de Pablo prevaleció sobre la de Abner porque adaptó las enseñanzas de Jesús para que resonaran en un público grecorromano más amplio, haciendo hincapié en la salvación a través de la resurrección de Jesús en lugar del enfoque original en la transformación espiritual interior, que en última instancia atrajo a una población más amplia y diversa.
Hijo de Dios, Hijo del Hombre. Hijo Creador del Universo.
Los seguidores elegidos de Jesús.
Gregg Tomusko, Mike Robinson, Gary Tonge