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Poncio Pilato 

Procurador romano que gobernaba Judea y Samaria. Desempeñó un papel importante en el destino de Jesús, autorizando su detención, presidiendo un juicio injusto y ordenando su crucifixión.

Poncio Pilato
  • Resumen

    Poncio Pilato era el procurador romano que gobernaba Judea y Samaria, bajo la supervisión inmediata del diputado de Siria. Comenzó a gobernar en el año 26 de nuestra era, el mismo año del bautismo de Jesús. Estaba destinado en Jerusalén durante la semana de Pascua, en la que Jesús fue arrestado, juzgado y crucificado. Poncio Pilato desempeñó un papel importante en el destino de Jesús desde el principio, al autorizar a la compañía de soldados a arrestar a Jesús y, más tarde, al presidir su injusto juicio y ordenar en última instancia su Jesús es crucificado entre dos ladrones. Si hubiera tenido un carácter más fuerte, podría haber liberado a Jesús. Pero temía ser condenado por las autoridades judías.

    Aunque era un administrador bastante bueno, Pilato era un cobarde moral, un débil judicial y un escéptico religioso. No era un hombre lo suficientemente grande como para comprender la naturaleza de su tarea como gobernador de los judíos. No comprendió la profundidad del resentimiento de los judíos contra el dominio romano, ni el hecho de que estos hebreos tenían una verdadera religión, una fe por la que estaban dispuestos a morir. No comprendió que los judíos fieles miraban a Jerusalén como el santuario de su fe y respetaban al Sanedrín como el más alto tribunal de la tierra. Y fue el Sanedrín quien exigió que Jesús fuera condenado a muerte.

    Pilato tuvo una historia difícil con los judíos bajo su mandato. Debido a varios errores, violaciones flagrantes de la sensibilidad judía y fallos injustos, los judíos lo despreciaban. Se sentía fácilmente amenazado por ellos, y temía su ira, lo que explica por qué finalmente cedió a sus demandas de que Jesús fuera condenado a muerte. Y al final, se volvió supersticioso y temeroso cuando sospechó que Jesús podía ser realmente quien decía ser: una persona divina.

    A pesar de que este cobarde funcionario sabía en su corazón que Jesús era un hombre inocente, Pilato no pudo reunir el valor para liberarlo, por miedo a perder su posición y su prestigio. Se lavó las manos y ordenó que crucificaran a Jesús. Redactó la esquela que se clavó en su cruz y puso guardia en su tumba.

    Algún tiempo después, Pilato murió por suicidio en la provincia de Lausana.

  • La actitud de Poncio Pilato respecto a los judíos

    Pilato no amaba a los judíos, y su odio profundamente arraigado empezó pronto a manifestarse. Muy al principio de su experiencia como gobernador, cometió dos terribles errores que enfurecieron a los judíos. Uno tuvo que ver con la imagen del César que los soldados romanos llevaban en sus estandartes. Estaba prohibido tener estas imágenes dentro de Jerusalén. Pero Pilato hizo caso omiso de esta grave infracción del sentir judío e incluso amenazó de muerte a quienes insistieran en que fueran retiradas. Los manifestantes estaban dispuestos a morir por este asunto, pero Pilato no estaba dispuesto a cumplir sus amenazas. Así que se rindió a las protestas y ordenó retirar las imágenes, demostrando a los judíos su debilidad en este asunto judicial. Trató de eludir la situación haciendo que los estandartes se exhibieran en las paredes del palacio de Herodes. Pero esta vez las protestas se dirigieron directamente a Roma (Italia), y el propio emperador ordenó retirarlas. Esto hizo que Pilato fuera aún peor considerado por los judíos.

    Otro incidente tuvo que ver con la apropiación por parte de Pilato de fondos del templo para un proyecto municipal de abastecimiento de agua que debía acomodar a los visitantes de la ciudad durante los días de fiesta. Sólo al Sanedrín se le permitía el acceso a estos fondos del templo, y hubo una violenta manifestación de indignación por ello que dio lugar a numerosos disturbios, mucho derramamiento de sangre, e incluso la matanza de un gran grupo de adoradores galileos inocentes.

    Estos incidentes dieron a las autoridades judías mucho poder sobre Poncio Pilato. Es fácil comprender por qué presumían de dictar a Pilato -incluso de hacerle levantarse a las seis de la mañana para juzgar a Jesús- y también por qué no dudaron en amenazarle con acusarle de traición ante el emperador si se atrevía a rechazar sus exigencias de muerte de Jesús.

    Si Poncio Pilato no se hubiera involucrado tan lamentablemente con los gobernantes de los judíos, nunca habría permitido que estos fanáticos religiosos sedientos de sangre provocaran la muerte de un hombre a quien él mismo había declarado inocente de sus falsos cargos y sin culpa. Roma cometió un gran error, un error de gran alcance en los asuntos terrenales, cuando envió al Pilato de segunda clase a gobernar Palestina.

  • Pilato autoriza a una compañía de soldados a arrestar a Jesús

    La noche de La Última Cena, Judas Iscariote regresó al aposento alto con un grupo de guardias del templo, dispuesto a arrestar a Jesús, pensando que sólo estarían allí Jesús y los Once apóstoles (menos Judas Iscariote). Pero encontraron la sala vacía; Jesús y los once apóstoles se dirigían a Getsemaní. Tras una serie de intentos de reunir guardias armados (pues Judas sospechaba que ahora habría hombres armados con Jesús), finalmente acabaron en casa de Poncio Pilato como último recurso. Era tarde ese jueves por la noche cuando llegaron a la casa de Pilato, y éste se había retirado a sus aposentos privados con su esposa, Claudia Prócula. Dudaba de tener algo que ver con la empresa, tanto más cuanto que su esposa le había pedido que no accediera a la petición. Pero como el presidente del Sanedrín judío estaba presente y le pidió personalmente permiso para utilizar guardias romanos armados, Pilato consideró prudente acceder a la petición, pensando que más tarde podría enmendar cualquier error que pudieran cometer.

  • Pilato exige que se convoque un juicio para determinar el destino de Jesús

    Cuando el Sanedrín llevó a Jesús ante Pilato, eran poco después de las 6 de la mañana del viernes 7 de abril del año 30 de la era cristiana. Él sabía que venían porque le habían informado de ello quienes habían acudido a él la noche anterior para asegurar a los guardias armados. Y estaba levantado y preparado.

    Cuando Jesús y sus acusadores estuvieron todos reunidos, Pilato salió y preguntó: "¿Qué acusación traéis contra este hombre?" El Sanedrín no quiso ofrecer voluntariamente los cargos, así que el portavoz respondió: "Si este hombre no fuera un malhechor, no te lo habríamos entregado."

    Pilato dijo: "Puesto que no os habéis puesto de acuerdo sobre ningún cargo definido, ¿por qué no tomáis a este hombre y lo juzgáis de acuerdo con vuestras propias leyes?"

    Entonces el secretario del tribunal del Sanedrín dijo a Pilato: "No nos es lícito dar muerte a nadie, y este perturbador de nuestra nación es digno de morir por las cosas que ha dicho y hecho. Por tanto, hemos venido ante ti para que confirmes este decreto".

    Pilato sabía que sus acusaciones eran probablemente triviales, y se alegró de poner a estos sanedristas en su lugar haciéndoles comprender que no tenían poder para pronunciar y ejecutar la sentencia de muerte ni siquiera sobre uno de su propia raza.

    A Pilato le molestó la falta de respeto de los sanedristas y no estaba dispuesto a acceder a sus exigencias de que Jesús fuera condenado a muerte sin juicio previo. Después de esperar unos instantes a que presentaran sus cargos contra el prisionero, se volvió hacia ellos y les dijo: "No condenaré a muerte a este hombre sin juicio; tampoco consentiré en interrogarle hasta que hayáis presentado por escrito vuestros cargos contra él."

  • Pilato escucha las acusaciones contra Jesús

    Cuando el sumo sacerdote y los demás oyeron a Pilato decir esto, hicieron una señal al secretario del tribunal, que entregó a Pilato los cargos escritos contra Jesús. Y estos cargos eran: "Encontramos en el tribunal de los sanedristas que este hombre es un malhechor y un perturbador de nuestra nación en cuanto es culpable de:

    1. Pervertir nuestra nación e incitar a nuestro pueblo a la rebelión.
    2. Prohibir al pueblo pagar tributo al César.
    3. Llamándose a sí mismo rey de los judíos y enseñando la fundación de un nuevo reino".

    Pilato hizo traer a Jesús del Pretorio, donde estaba custodiado, porque aún no había oído los cargos que se le imputaban. Y Pilato hizo repetir los cargos a Jesús.

    Pilato pidió a Jesús que respondiera a sus acusadores, pero Jesús guardó silencio. Pilato se asombró de la injusticia de este procedimiento y decidió llevar a Jesús adentro para poder hablar con él en privado.

    Pilato estaba confuso de mente, temeroso de los judíos en su corazón, y poderosamente conmovido en su espíritu por el espectáculo de Jesús allí de pie en majestad ante sus acusadores sedientos de sangre y mirándolos, no con desprecio silencioso, sino con una expresión de genuina piedad y afecto doloroso.

  • El examen privado de Jesús por Pilato

    Jesús y Juan Zebedeo fueron llevados a los aposentos de Pliato. (A Juan se le permitió acompañar a Jesús a lo largo de su calvario este viernes y estaba bajo protección romana como el único amigo que a un prisionero se le permitía tener con ellos). Pilato comenzó su conversación con Jesús asegurándole que no creía la primera acusación contra él: que era un pervertidor de la nación y un incitador a la rebelión. Entonces Pilato interrogó a Juan sobre este asunto del tributo, y Juan testificó sobre la enseñanza de su Maestro y explicó que Jesús y sus apóstoles pagaban impuestos tanto al César como al templo. Cuando Pilato hubo interrogado a Juan, le dijo: "Procura no decir a nadie que he hablado contigo", y Juan nunca reveló este asunto.

    Pilato se volvió entonces para interrogar más a Jesús, diciendo: "Y ahora acerca de la tercera acusación contra ti, ¿eres tú el rey de los judíos?" Como había en la voz de Pilato un tono de indagación posiblemente sincera, Jesús sonrió al procurador y le dijo: "Pilato, ¿preguntas esto por ti mismo, o lo tomas de estos otros, mis acusadores?" El gobernador respondió: "¿Soy yo judío? Tu propio pueblo y los sumos sacerdotes te entregaron y me pidieron que te condenara a muerte. Yo pongo en duda la validez de sus acusaciones y sólo trato de averiguar por mí mismo lo que has hecho. Dime, ¿has dicho que eres el rey de los judíos y has pretendido fundar un nuevo reino?".

    Entonces Jesús dijo a Pilato: "¿No te das cuenta de que mi reino no es de este mundo? Si mi reino fuera de este mundo, seguramente mis discípulos lucharían para que yo no fuera entregado en manos de los judíos. Mi presencia aquí ante vosotros en estos lazos es suficiente para mostrar a todos los hombres que mi reino es un dominio espiritual, incluso la hermandad de los hombres que, por la fe y por el amor, se han convertido en hijos de Dios. Y esta salvación es tanto para el gentil como para el judío".

    "Entonces, ¿eres rey después de todo?", dijo Pilato. Y Jesús respondió: "Sí, yo soy tal rey, y mi reino es la familia de los hijos de la fe de mi Padre que está en los cielos. Para esto he nacido en este mundo, para mostrar mi Padre a todos los hombres y dar testimonio de la verdad de Dios. Y aun ahora os declaro que todo el que ama la verdad oye mi voz".

    Entonces Pilato dijo, medio en ridículo y medio con sinceridad: "La verdad, qué es la verdad, ¿quién lo sabe?".

    Pilato no podía entender las palabras de Jesús, ni era capaz de comprender la naturaleza de su reino espiritual, pero ahora estaba seguro de que el prisionero no había hecho nada digno de muerte. Pilato estaba plenamente convencido de que, en lugar de ser un peligroso agitador político, Jesús no era ni más ni menos que un visionario inofensivo, un fanático inocente.

  • Pilato intenta trasladar la responsabilidad de Jesús a Herodes

    Pilato volvió ante los sumos sacerdotes y los acusadores de Jesús y les dijo: "He examinado a este hombre y no encuentro en él ningún delito. No creo que sea culpable de los cargos que le habéis hecho; creo que debe ser puesto en libertad." Al oír esto, los judíos se enfurecieron mucho, hasta el punto de gritar desaforadamente que Jesús debía morir; y uno de los sanedristas se puso audazmente al lado de Pilato, diciendo: "Este hombre agita al pueblo, empezando por Galilea y siguiendo por toda Judea. Es un agitador y un malhechor. Mucho te arrepentirás si dejas libre a este malvado".

    Pilato estaba en apuros para saber qué hacer con Jesús; por eso, cuando les oyó decir que comenzaba su obra en Galilea, pensó en eludir la responsabilidad de decidir el caso enviando a Jesús a comparecer ante Herodes Antipas, que se encontraba entonces en la ciudad asistiendo a la Pascua.

    Pilato, llamando a los guardias, dijo: "Este hombre es galileo. Llevadlo a Herodes, y cuando lo haya examinado, informadme de sus conclusiones" Y llevaron a Jesús a Herodes.

    Pero como Jesús no hablaba ni le hacía ningún prodigio, Herodes, después de burlarse de él un rato, lo vistió con un viejo manto real de púrpura y lo envió de vuelta a Pilato.

  • Jesús y Pilato en el tribunal

    Cuando los guardias devolvieron a Jesús a Pilato, éste salió a la escalinata delantera del pretorio, donde había sido colocado su tribunal, y reuniendo a los sumos sacerdotes y a los sanedristas, les dijo: "Habéis traído ante mí a este hombre con la acusación de que pervierte al pueblo, prohíbe el pago de impuestos y pretende ser rey de los judíos. Lo he examinado y no lo encuentro culpable de estos cargos. De hecho, no encuentro falta alguna en él. Entonces se lo envié a Herodes, que debe de haber llegado a la misma conclusión, pues nos lo ha devuelto. Ciertamente, nada digno de muerte ha hecho este hombre. Si aún crees que debe ser disciplinado, estoy dispuesto a castigarlo antes de liberarlo".

    En aquel momento, una gran multitud se dirigió al pretorio para pedir a Pilato la liberación de un prisionero con motivo de la fiesta de Pascua. A Pilato se le ocurrió que podría salir de su apuro proponiendo a este grupo que, puesto que Jesús estaba ahora prisionero ante su tribunal, les soltara a este galileo como muestra de buena voluntad pascual.

    Pero la multitud gritaba el nombre de Barrabás, un asesino, ladrón y agitador político que ya había sido condenado a muerte.

  • Pilato ofrece liberar a Jesús en lugar de Barrabás

    Pilato intentó explicar a la multitud que Jesús no era un criminal como Barrabás. Y al oír esto, los jefes de los sacerdotes y los consejeros del Sanedrín gritaron todos a voz en cuello: "¡Barabás, Barrabás!" Y cuando el pueblo vio que los jefes de los sacerdotes estaban decididos a hacer ejecutar a Jesús, rápidamente gritaron también a favor de la liberación de Barrabás.

    Pilato se enfureció al ver que los sumos sacerdotes gritaban pidiendo la sangre de Jesús y pidiendo la libertad de un asesino. Vio su malicia y su odio y percibió sus prejuicios y su envidia. Les dijo: "¿Cómo podéis preferir la vida de un asesino a la de este hombre, cuyo peor delito es llamarse a sí mismo, en sentido figurado, rey de los judíos? Los judíos resentían, más de lo que Pilato podía imaginar, la sugerencia de que este manso maestro de doctrinas extrañas fuera llamado "el rey de los judíos" Consideraban tal comentario como un insulto a todo lo que consideraban sagrado y honorable y todos gritaron aún más fuerte por la liberación de Barrabás y la muerte de Jesús.

  • El mensaje de Claudia, la esposa de Pilato

    Pilato sabía que Jesús era inocente de los cargos que se le imputaban, y si hubiera sido un juez justo y valiente, lo habría absuelto y soltado. Pero tenía miedo de desafiar a estos judíos furiosos, y mientras dudaba en cumplir con su deber, un mensajero se acercó y le presentó un mensaje sellado de su esposa, Claudia Prócula.

    Cuando Pilato abrió esta carta de su esposa, leyó: "Te ruego que no tengas nada que ver con este hombre inocente y justo a quien llaman Jesús. Esta nota de Claudia no sólo disgustó mucho a Pilato y retrasó el asunto en cuestión, sino que, desgraciadamente, también proporcionó mucho tiempo para que los gobernantes judíos circularan entre la multitud e instaran al pueblo a pedir la liberación de Barrabás y a exigir la crucifixión de Jesús. Esta multitud estaba formada por quienes no conocían a Jesús; sus seguidores aún no sabían que había sido arrestado.

    Finalmente, Pilato preguntó a la multitud: "¿Qué haré con el que se llama rey de los judíos?" Y todos gritaron al unísono: "¡Crucifícalo! Crucifícalo!" Parecía que todos estaban de acuerdo y esto sobresaltó y alarmó a Pilato, el juez injusto y lleno de miedo.

    Entonces Pilato volvió a decir: "¿Por qué crucificáis a este hombre? ¿Qué mal ha hecho? Pero cuando oyeron a Pilato hablar en defensa de Jesús, gritaron aún más: "¡Crucifícalo! Crucifícalo!"

    Entonces, por última vez, Pilato apeló a ellos en relación con la liberación del prisionero de la Pascua, diciendo: "Una vez más os pregunto: ¿A cuál de estos prisioneros os liberaré en este tiempo vuestro de la Pascua?" Y de nuevo la multitud gritó: "¡Danos a Barrabás!".

    Entonces Pilato dijo: "Si libero al asesino Barrabás, ¿qué haré con Jesús?" Y una vez más la multitud gritó al unísono: "¡Crucifícalo! Crucifícalo!"

  • Pilato ordena azotar a Jesús - "¡He aquí el hombre!"

    Pilato estaba aterrorizado por el insistente ruido de la turba, que actuaba bajo la dirección directa de los sumos sacerdotes y los consejeros del Sanedrín; no obstante, decidió al menos un intento más para apaciguar a la multitud sedienta de sangre y salvar a Jesús.

    Pilato intentó apelar a su piedad. Temiendo desafiar a esta multitud que clamaba por la sangre de Jesús, ordenó a los guardias judíos y a los soldados romanos que se llevaran a Jesús y lo azotaran. Esto era en sí mismo un procedimiento injusto e ilegal, pero los guardias llevaron a Jesús al patio abierto del pretorio para este suplicio. Aunque sus enemigos no presenciaron esta flagelación, Pilato sí, y antes de que terminaran este maltrato, ordenó a los flageladores que desistieran e indicó que le trajeran a Jesús.

    Entonces Pilato sacó a este prisionero sangrante y lacerado y, presentándolo ante la turba, dijo: "¡He aquí el hombre! Nuevamente os declaro que no encuentro delito alguno en él, y habiéndole azotado, quiero ponerle en libertad."

    Pilato habló con más verdad de lo que creía cuando, después de haber azotado a Jesús, lo presentó ante la multitud, exclamando: "¡He aquí el hombre!" En verdad, el temeroso gobernador romano poco soñaba que justo en ese momento el universo estaba atento, contemplando esta escena única de su amado Soberano sometido así en humillación a las burlas y golpes de sus oscurecidos y degradados súbditos mortales. Y mientras Pilato hablaba, resonó en todo el universo: "¡He aquí a Dios y al hombre!".

    Pilato comprendió finalmente que era inútil apelar a sus supuestos sentimientos de piedad. Se adelantó y dijo: "Veo que estáis decididos a que este hombre muera, pero ¿qué ha hecho para merecer la muerte? ¿Quién declarará su crimen?

    Al oír esto, Pilato sintió aún más miedo, no sólo de los judíos, sino que, recordando la nota de su esposa y la mitología griega de los dioses que bajan a la tierra, tembló ante la idea de que Jesús pudiera ser un personaje divino. Hizo señas a la multitud para que callara mientras él cogía a Jesús por el brazo y lo conducía de nuevo al interior del edificio para poder hablar con él. Pilato estaba ahora confundido por el miedo, desconcertado por la superstición y acosado por la actitud obstinada de la multitud.

  • Pilato vuelve a interrogar a Jesús en privado

    Cuando Pilato, temblando de miedo, se sentó junto a Jesús, le preguntó: "¿De dónde vienes? Realmente, ¿quién eres? ¿Qué es eso que dicen, que eres el Hijo de Dios?".

    Pero Jesús difícilmente podía responder a tales preguntas cuando se las hacía un juez temeroso, débil y vacilante, que era tan injusto como para someterlo a la flagelación aun cuando lo había declarado inocente de todo crimen, y antes de que hubiera sido debidamente sentenciado a muerte. Jesús miró a Pilato fijamente a la cara, pero no le respondió. Entonces dijo Pilato: "¿Te niegas a hablarme? ¿No te das cuenta de que todavía tengo poder para soltarte o crucificarte?" Entonces dijo Jesús: "No podrías tener ningún poder sobre mí si no te fuera permitido desde arriba. No podrías ejercer ninguna autoridad sobre el Hijo del Hombre a menos que el Padre que está en los cielos lo permitiera".

    Esta última conversación con Jesús asustó mucho a Pilato. Este cobarde moral y débil judicial trabajaba ahora bajo el doble peso del miedo supersticioso a Jesús y el temor mortal a los dirigentes judíos.

  • Pilato cede y se lava las manos

    De nuevo Pilato se presentó ante la multitud diciendo: "Estoy seguro de que este hombre no es más que un delincuente religioso. Lleváoslo y juzgadlo según vuestra ley. ¿Por qué esperáis que consienta en su muerte porque ha chocado con vuestras tradiciones?".

    Pilato estaba a punto de soltar a Jesús cuando Caifás, el sumo sacerdote, se acercó al cobarde juez romano y, agitando el dedo en la cara de Pilato, dijo con palabras airadas que toda la multitud pudo oír: "Si sueltas a este hombre, no eres amigo del César, y me encargaré de que el emperador lo sepa todo."

    Esta amenaza pública fue demasiado para Pilato. El temor por su fortuna personal eclipsó todas las demás consideraciones, y el cobarde gobernador ordenó que llevaran a Jesús ante el tribunal. Cuando el Maestro estuvo allí ante ellos, lo señaló y dijo: "He aquí a vuestro rey"; y los judíos respondieron: "¡Fuera! Crucifícalo!" Entonces Pilato dijo sarcásticamente: "¿Crucifico a vuestro rey?" Y los judíos respondieron: "¡Sí, crucifícalo! No tenemos más rey que el César" Y entonces Pilato se dio cuenta de que no había esperanza de salvar a Jesús, ya que no estaba dispuesto a desafiar a los judíos.

    Pilato temía un motín. No se atrevía a arriesgarse a tener tal disturbio durante el tiempo de la Pascua en Jerusalén. Tampoco quería arriesgarse a una reprimenda del César. La muchedumbre vitoreó cuando ordenó la liberación de Barrabás. Entonces pidió una jofaina y agua, y allí, ante la multitud, se lavó las manos, diciendo: "Yo soy inocente de la sangre de este hombre. Vosotros estáis decididos a que muera, pero yo no he encontrado culpa alguna en él. Haced lo que tengáis que hacer. Los soldados lo sacarán". Entonces la turba vitoreó y replicó: "Su sangre sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos".

    Después de que Pilato se hubo lavado las manos ante la multitud, tratando así de eludir la culpa de entregar a un hombre inocente para que fuera crucificado a causa de su propia debilidad, ordenó que el Maestro fuera entregado a los soldados romanos y dio la orden a su capitán de que fuera crucificado inmediatamente.

    Del primero al último, en su llamado juicio ante Pilato, las huestes celestiales que lo contemplaban no pudieron abstenerse de transmitir al universo la representación de la escena de "Pilato en juicio ante Jesús."

  • Pilato crea el letrero que colgó de la cruz

    Era costumbre, después de que la víctima hubiera sido clavada en el travesaño e izada a su lugar en el madero vertical, clavar un aviso en la parte superior de la cruz, justo por encima de la cabeza del criminal, para que todos los testigos pudieran saber por qué crimen estaba siendo crucificado el condenado. El aviso que el centurión llevó para poner en la cruz de Jesús había sido escrito por el propio Pilato en latín, griego y arameo, y decía: "Jesús de Nazaret - el Rey de los Judíos."

    Algunas de las autoridades judías que estaban presentes cuando Pilato escribió este aviso protestaron por llamar a Jesús "rey de los judíos", pero Pilato les recordó que tal acusación formaba parte de la acusación que había llevado a su condena. Cuando los judíos vieron que no podían convencer a Pilato de que cambiara de opinión, suplicaron que al menos se modificara para que dijera: "Dijo: 'Yo soy el rey de los judíos'" Pero Pilato se mantuvo inflexible; no quiso alterar el escrito. A todas las demás protestas se limitó a responder: "Lo que he escrito, he escrito".

    Los judíos se enfurecieron por este insulto creído. Pero a Pilato le molestó su falta de respeto; se sintió intimidado y humillado, y adoptó este método para vengarse mezquinamente. Podía haber escrito "Jesús, rebelde"; pero sabía muy bien cómo detestaban estos judíos de Jerusalén el nombre mismo de Nazaret, y estaba decidido a humillarlos de este modo. Sabía que ellos también se sentirían cortados en seco al ver a este galileo ejecutado llamado "El Rey de los Judíos."

  • Pilato permite que José y Nicodemo se hagan cargo del cuerpo de Jesús

    José de Arimatea, acompañado de Nicodemo, se había presentado ante Pilato y le había pedido que les entregara el cuerpo de Jesús para darle la debida sepultura. No era infrecuente que los amigos de los crucificados ofrecieran sobornos a las autoridades romanas por el privilegio de obtener la posesión de tales cuerpos. José se presentó ante Pilato con una gran suma de dinero, en caso de que fuera necesario pagar por el permiso para trasladar el cuerpo de Jesús a una tumba privada. Pero Pilato no quiso aceptar dinero por ello. Al oír la petición, firmó rápidamente la orden que autorizaba a José a dirigirse Gólgota y tomar inmediata y plena posesión del cuerpo del Maestro.

  • Pilato asegura la tumba de Jesús con su sello y su guardia

    Hacia la medianoche de aquel viernes, un grupo de dirigentes judíos se reunió en casa de Caifás, donde discutieron sus temores acerca de las afirmaciones del Maestro de que resucitaría al tercer día. Esta reunión terminó con el nombramiento de un comité de sanedristas que visitarían a Pilato a primera hora del día siguiente, llevando la petición oficial del sanedrín de que se apostara una guardia romana ante la tumba de Jesús para impedir que sus amigos la manipularan. Dijo el portavoz de esta comisión a Pilato: "Señor, recordamos que este engañador, Jesús de Nazaret, dijo en vida: 'Después de tres días resucitaré'. Por lo tanto, hemos venido ante ti para pedirte que emitas órdenes que aseguren la tumba contra sus seguidores, al menos hasta después del tercer día. Tememos mucho que sus discípulos vengan y se lo lleven por la noche y luego digan a la gente que ha resucitado de entre los muertos. Si permitiéramos que esto sucediera, este error sería mucho peor que haberlo dejado vivir."

    Pilato dijo: "Te daré una guardia de diez soldados. Volvieron al templo, aseguraron a diez de sus propios guardias, y luego marcharon a la tumba de José con estos diez guardias judíos y diez soldados romanos, incluso en esta mañana de sábado, para ponerlos como centinelas ante la tumba. Estos hombres hicieron rodar otra piedra más ante la tumba y pusieron el sello de Pilato sobre y alrededor de estas piedras, para que no fueran removidas sin su conocimiento.

  • Qué fue de Poncio Pilato

    A causa de otro incidente en el que se perdieron vidas y estallaron disturbios debido a la ineptitud y el engaño de Pilato, éste recibió la orden de regresar a Roma. En el camino murió Tiberio, el emperador. Y Pilato no fue nombrado de nuevo para Judea.

    Poncio Pilato nunca se recuperó del todo de la lamentable condena de haber consentido la crucifixión de Jesús. El nuevo emperador no lo veía con buenos ojos, así que se retiró a la provincia de Lausana, donde posteriormente se suicidó.

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Temas relacionados

Lugares relacionados

  • Pretorio

    El pretorio de Jerusalén acogió el juicio de Pilato contra Jesús.

Colaboradores

MaryJo Garascia, Andre Radatus, Gary Tonge

Referencias y fuentes

  • 136:2.8 Poncio Pilato comienza su mandato como gobernador de Judea.
  • 183:2.3 Pilato aprueba que una guardia armada aprese a Jesús.
  • 185:0.1 Jesús es conducido ante Pilato.
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