El anuncio de Gabriel a María 

A mediados de noviembre del año 8 de nuestra era, hacia la puesta del sol, mientras María trabajaba en su casa de Nazaret, se le apareció Gabriel junto a la mesa baja de piedra. Al principio, María estaba muy alterada, pero logró recuperar la calma. Gabriel le dijo

"Vengo por orden de uno que es mi Maestro y a quien tú amarás y cuidarás. A ti, María, te traigo la buena nueva al anunciarte que la concepción que hay en ti ha sido ordenada por el cielo, y que a su debido tiempo serás madre de un hijo; le pondrás por nombre Josué, y él inaugurará el El Reino de los Cielos en la tierra y entre los hombres. No hables de esto sino a José y a Isabel, tu pariente, a la que también me he aparecido, y que dentro de poco también dará a luz un hijo, que se llamará Juan, y que preparará el camino para el mensaje de liberación que tu hijo anunciará a los hombres con gran poder y profunda convicción. Y no dudes de mi palabra, María, pues este hogar ha sido elegido como el hábitat mortal del hijo del destino. Mi bendición descansa sobre ti, el poder de los Altísimos te fortalecerá, y el Señor de toda la tierra te cubrirá con su sombra".

Esta visita celestial fue el único acontecimiento sobrenatural relacionado con toda la experiencia de María de llevar y dar a luz a Jesús, el hijo de la promesa.

María no habló de esta visita hasta semanas más tarde, cuando supo con certeza que estaba embarazada. Cuando se lo contó a José, éste dudó inicialmente de la historia de María. Pero tanto él como María acabaron por convenir en que habían sido elegidos para traer al mundo al Conceptos del Mesías esperado.

A principios de febrero del año 7 EC, María convenció a José para que le permitiera visitar a Isabel en las tierras altas de Judá, a cuatro millas al oeste de Jerusalén, cuando supo que estaba embarazada. Como Gabriel había hablado a cada futura madre de su aparición, naturalmente quisieron reunirse, compartir experiencias y hablar del futuro de sus hijos. María pasó tres semanas con ella. Isabel ayudó a María a creer en la visión de Gabriel, por lo que regresó a casa más comprometida con la maternidad del hijo del destino que pronto presentaría al mundo.

Después de esta visita, María fue a ver a sus padres, Joaquín y Ana. Sus dos hermanos y hermanas, así como sus padres, siempre dudaron de la misión divina de Jesús, aunque desconocían el encuentro con Gabriel. María nunca habló a nadie más de esta visita, aunque sí dijo a su hermana Salomé que creía que su hijo llegaría a ser un gran maestro.

Isabel, sin embargo, contó a su hijo Juan la visita de Gabriel a María. Y Juan se lo contó a Jesús el día que lo bautizó, justo antes de que Jesús partiera para su Cuarenta días en el desierto en las colinas. Esa fue la primera vez que Jesús oyó la historia, y no hizo ningún comentario.