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Discover Jesus \ Events \Jesús habla del matrimonio y el divorcio
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Jesús evitó el debate de los fariseos sobre el divorcio, criticando las leyes que favorecían a los hombres y trivializaban la disolución del matrimonio. Abogó por el matrimonio como institución social vital, haciendo hincapié en el respeto y la igualdad, y consideró el divorcio como una salvaguardia necesaria.
En Jericó, Jesús evitó un debate con Fariseos que pretendían tenderle una trampa sobre las leyes del divorcio, a pesar de su oposición a sus prácticas, que consideraba injustas, especialmente con las mujeres y los niños. Su crítica puso de relieve que las leyes fariseas favorecían injustamente a los hombres, permitiéndoles disolver matrimonios por razones triviales.
Aquella tarde, Jesús elogió el matrimonio como la relación humana más elevada y esencial para la estabilidad de la sociedad, abogando por el respeto y por un papel significativo de las mujeres y los niños dentro de la familia. Aclaró que el matrimonio es un logro humano sustancial, evolucionado a lo largo de milenios, y no debe considerarse una ordenanza divina. Al abordar el divorcio, Jesús lo sugirió como necesario para evitar peores resultados sociales, abogando por unas expectativas matrimoniales realistas y por la igualdad de género.
Jesús se detuvo en Jericó de camino a Judea el miércoles 1 de marzo de 30 EC, seguido por una compañía de casi cincuenta personas. Esa noche, un grupo de fariseos hostiles intentaron entablar un debate con Jesús sobre el divorcio, con la esperanza de atraparlo para que contradijera las costumbres locales. Jesús se negó a discutir, aunque se oponía claramente a las prácticas de divorcio imperantes entre los judíos de Jerusalén, que consideraba injustas, sobre todo con las mujeres y los niños.
Las leyes farisaicas favorecían a los hombres, proporcionándoles medios para disolver matrimonios por razones triviales, distorsionando la verdadera intención de los estatutos mosaicos. Jesús criticó estas interpretaciones por socavar la santidad del vínculo matrimonial y conducir a graves injusticias. Subrayó el mal uso de la ley mosaica para justificar divorcios fáciles que los fariseos decían merecer.
Esa noche, Jesús pronunció un discurso sobre el matrimonio, ensalzándolo como la relación humana más elevada y la piedra angular de una sociedad que funcione bien. Destacó la santidad del matrimonio, comparando sus indicadores sociales con los signos de una civilización avanzada. Jesús abogó por el respeto hacia el matrimonio, elevando el ¿Cómo trataba Jesús a las mujeres? y los niños y reconociendo el hogar como una institución fundamental de la sociedad humana.
En conversaciones privadas con sus Los Doce Apóstoles, Jesús reiteró el honor y la conveniencia del matrimonio. Distinguió sus circunstancias personales del respaldo divino al matrimonio, señalando la directiva universal de que hombres y mujeres crearan hogares para criar a los hijos. Ilustró que la comprensión del amor de Dios se hace más profunda a través de las responsabilidades de la paternidad.
A la mañana siguiente, antes del desayuno, decenas de madres trajeron a sus hijos para que Jesús los bendijera. A pesar de la resistencia inicial de los apóstoles, Jesús les reprendió y dio la bienvenida a los niños, subrayando la lección espiritual de que entrar en el El Reino de los Cielos requiere la inocencia y receptividad de un niño. Bendijo a los niños y ofreció palabras de aliento a sus madres, ilustrando su respeto por el papel de éstas y el potencial espiritual de sus hijos.
Además, Jesús utilizó estas interacciones para enseñar lecciones más amplias sobre el crecimiento espiritual, la belleza y la adoración. Habló de la importancia de crecer espiritualmente de un modo que reflejara el crecimiento físico de los niños, abogando por la apreciación de la belleza natural como camino hacia la adoración. Jesús prefería celebrar el culto en entornos naturales, que le parecían más propicios para una auténtica comunión espiritual que los ambientes ornamentados o embellecidos artificialmente. Insistía en que los lugares de culto debían inspirar belleza y sencillez, fomentando una atmósfera en la que incluso los niños sintieran el calor espiritual y la invitación a crecer en su comprensión de lo divino.
Jesús sostuvo que el matrimonio, aunque un logro significativo de la evolución humana, es una institución civil, no un sacramento, moldeado a lo largo de milenios por normas sociales y no por decreto divino. Animó a considerar el matrimonio como un compromiso serio, apoyado por la preparación y la educación de la comunidad para fortalecer la unión y reducir la incidencia del divorcio.
El matrimonio es una institución humana de gran valor, no un sacramento divino, y no debe considerarse indisoluble. El hecho de que los matrimonios puedan disolverse demuestra que no están ordenados ni vinculados por Dios.
Al abordar la cuestión del divorcio, Jesús sugirió que, aunque no es lo ideal, sirve como una opción necesaria dentro de la sociedad para evitar peores resultados cuando los matrimonios fracasan. Rechazó la noción de la indisolubilidad del matrimonio como un mandato divino, abogando en su lugar por un enfoque realista del matrimonio como una relación apoyada por el esfuerzo mutuo y la bendición divina. Jesús nunca sancionó ninguna práctica de divorcio que diera a los hombres alguna ventaja sobre las mujeres; sólo aceptó aquellas enseñanzas que concedían a Jesús, defensor de los derechos humanos.
Jefe de los apóstoles de Juan
Hijo de Dios, Hijo del Hombre. Hijo Creador del Universo.
Los seguidores elegidos de Jesús.
La sabiduría divina equilibra los accidentes, el libre albedrío y el crecimiento.
Ayudan a los humanos de diversas maneras.
Jesús tenía opiniones importantes sobre el matrimonio, el divorcio y la crianza de los hijos.
Una ciudad amistosa con Jesús
Gregg Tomusko, Mike Robinson, Gary Tonge