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Amor paterno y fraterno 

Jesús enseñó el amor paterno como una extensión del amor fraterno, instándonos a amar como Él ama, más allá de la simple empatía de amar a los demás como a nosotros mismos. Este amor superior ve a los demás como lo hace un padre amoroso, con el objetivo de nutrir y guiar.

Amor paterno y fraterno
  • Resumen

    A través de su vida y sus enseñanzas, Jesús enseñó la práctica del amor paterno. El amor fraternal se manifiesta fácilmente cuando amamos a nuestro prójimo como a nosotros mismos, y Jesús exhibió este tipo de amor como Hijo del Hombre. Pero el amor paterno va un paso más allá. Estamos llamados a amarnos unos a otros como Jesús nos ama. El Maestro mostró amor paterno como Hijo de Dios, nuestro Creador.

    Podemos aprender a desarrollar el amor paternal viendo a nuestros semejantes mortales como los vería un padre cariñoso; como los ve Dios el Padre. Podemos empezar fácilmente con la regla de oro e ir ascendiendo. El amor fraterno puede abrir la puerta al afecto paterno.

    Jesús utilizó las bienaventuranzas, parte del Jesús ordena a sus Doce Apóstoles, para ejemplificar sus enseñanzas sobre el amor fraterno y el amor paterno.

  • Amor paterno y fraterno

    A lo largo de su vida, Jesús enseñó que el amor más elevado que podemos mostrarnos unos a otros es el amor paternal o paternal, más que el mero afecto fraternal. Mientras que el amor fraterno cumple la "regla de oro", el amor paterno nos invita a amar a los demás como Jesús nos ama.

    El amor de Jesús por la humanidad se caracteriza por una doble naturaleza. En su existencia terrenal, encarnó tanto la naturaleza humana como la divina. Como Hijo de Dios, muestra un afecto paterno por la humanidad, siendo Jesucristo - Nuestro Hijo Creador y Padre Universal. Y, como Hijo del Hombre, Jesús demuestra un amor fraternal por los seres humanos, al haber vivido entre nosotros como uno de los nuestros.

    Jesús comprende que alcanzar un alto nivel de amor fraterno puede ser un reto, pero no es inalcanzable. Si podemos hacer lo que nos pide Jesús y trabajar para parecernos más a Dios -nuestro modelo de perfección-, podemos imaginarle amándonos a todos con el cuidado y el afecto de un buen padre. Podemos ver a nuestros hermanos y hermanas de la misma manera que Dios ve a la humanidad, y entonces podemos amar a la humanidad como Dios ama a la humanidad. Este es el comienzo de la práctica del amor paterno.

  • Las Bienaventuranzas - Cuatro actitudes de fe

    Jesús comenzó el Sermón de la Ordenación destacando cuatro actitudes de fe que los mortales que disciernen los espíritus pueden reconocer y adaptar en sus vidas. Se trata de actitudes preliminares por las que esforzarse antes de dominar las cuatro reacciones trascendentes del amor paterno, que contrastan con el simple amor fraterno.

    Jesús se dirigió a los pobres de espíritu, a los hambrientos de justicia, a los mansos y a los puros de corazón. Cuando comprendamos por la fe estos niveles espirituales de vida, seremos capaces de ejercer el afecto paterno que es tierno de corazón, muestra misericordia, promueve la paz y soporta el maltrato. Y a través de todo ello, nos esforzamos por amar incluso a nuestros hermanos y hermanas que no nos quieren, como lo haría un buen padre.

    Adaptar las bienaventuranzas a nuestra vida fortalece nuestro carácter y crea felicidad interior. Estas bienaventuranzas comienzan con la ¿Por qué algunas personas son más felices que otras?, y quienes comprenden y viven estas cuatro primeras bienaventuranzas también pueden tener éxito en el afecto paterno.

    "Felices los pobres de espíritu, los humildes" Ser pobre de espíritu no tiene nada que ver con la riqueza material. Si recordamos la historia del Las parábolas de Jesús, el fariseo era egoísta, autosuficiente y se sentía ya rico de espíritu; el publicano buscaba la verdad, era enseñable y humilde: pobre de espíritu. Los pobres de espíritu buscan la riqueza espiritual y el mayor tesoro de todos: Dios. Vivir como buscadores de tesoros espirituales trae felicidad, y trae felicidad ahora. Cuando encontramos el reino de los cielos en nuestros corazones, nuestra recompensa nos llega ahora. Ser pobre de espíritu es una actitud positiva.

    "Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados" La verdadera justicia es otra palabra para la decencia, la moralidad o la integridad, que no debe confundirse con la justicia propia, que es sinónimo de hipocresía. El que tiene hambre de justicia es un buscador, un pobre de espíritu. Del mismo modo, sólo estos mismos pobres de espíritu buscan ayuda y poder espiritual de fuentes divinas, sabiendo que siempre tienen más que aprender. Cuando encontramos y experimentamos la verdadera justicia, nos sentimos felices. La justicia de Jesús es dinámica y positiva; vivir así es un placer más que un deber. No se trata de un "no lo harás", sino de crecer para amar a los demás como Jesús nos ama. Como hijos adultos de Dios, podemos ver el significado de estas dos bienaventuranzas.

    "Felices los mansos, porque heredarán la tierra" La mansedumbre es una palabra que describe sencillamente a un ser mortal que coopera con Dios: "Hágase tu voluntad"; ejemplifica la comprensión de que Dios está a cargo de todo lo que vemos; llegamos a entender a través de la experiencia que su vigilancia es benevolente, amorosa y predecible. Cuando somos mansos de este modo, no tenemos la tentación de contradecir la guía del espíritu divino interior. Jesús fue el manso ideal de nuestro mundo, y gobierna todo un universo.

    "La pureza, en este sentido, tiene poco que ver con el sexo, y no es una cualidad negativa. Habla, más bien, de la fe que debemos tener los unos en los otros o del amor puro de un padre por un hijo, que nos ayuda a ver cómo nos ama el Padre. Los buenos padres siempre ven lo mejor de sus hijos.

    Cuando podemos captar a Dios a través de la fe, nos abrimos a la verdadera visión espiritual, que amplifica la guía de nuestro espíritu residente; juntos, amplifican la experiencia de la conciencia de Dios. Al aceptar a Dios como nuestro Padre, aceptamos a todos los hombres como nuestros hermanos y hermanas con un corazón puro. Así, de forma natural, amaremos a nuestros semejantes con afecto paternal, como Dios nos ama a todos. Incluso un niño puede comprender esta sencilla dirección. La fe de un niño es sencilla, pura y plenamente confiada, como debería ser la nuestra.

  • Las Bienaventuranzas - Cuatro actitudes paternales

    En nuestras luchas de toda la vida, el principal propósito que prevalece sobre todos es esforzarnos por alcanzar la perfección. Al amar a nuestros hermanos y hermanas, el amor perfecto es el que caracteriza al Padre celestial. Este es el tipo de amor por el que Jesús nos pide que nos esforcemos. Las siguientes bienaventuranzas demuestran las reacciones supremas del amor paterno.

    "Bienaventurados los que llor an, porque ellos serán consolados" A primera vista, esta bienaventuranza parece contraintuitiva; la felicidad no puede alcanzarse llorando. Pero en esta bienaventuranza, Jesús no se refiere al luto por la pérdida o por los muertos. Se refiere más bien a una actitud de ternura emocional hacia los demás. Cuando somos sensibles y receptivos a las necesidades humanas, somos menos propensos a sufrir ira, odio y recelo. Además, ser amable con los demás produce una felicidad interior duradera. Nuestro Padre celestial es muy tierno y afectuoso con sus hijos.

    Este consejo es especialmente importante para los hombres y los niños. A veces, nuestra sociedad desprecia a los hombres que lloran, y a veces se avergüenza a los niños cuando lloran. Pero un corazón compasivo debe ser respetado en hombres y mujeres. No es necesario tener un corazón duro para ser un hombre de verdad; algunos grandes hombres, como Moisés, han tenido un corazón muy blando.

    "Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia". A un buen padre no le cuesta perdonar a su hijo, aunque sea muchas veces. Esta bienaventuranza denota la bondad amorosa que se manifiesta en la verdadera amistad. En una relación así, la misericordia es activa y potente -supremamente paternal; y lo que damos, lo recibimos. Incluso los niños son naturalmente misericordiosos y comprensivos cuando pueden entender las situaciones que exigen misericordia.

    "La paz de esta bienaventuranza no es lo contrario de la guerra. Habla, más bien, de la paz de Jesús. Incluso en sus propias pruebas y persecuciones, Jesús ofreció su paz. La paz de Jesús es una cualidad interior que evita el conflicto; permite que uno se sienta pleno y dueño de sí mismo. En nuestros contactos sociales, esta paz interior nos ayuda a evitar el miedo, la codicia y Cólera - La falta de comprensión. Llevada a la política, la paz nos protege de las sospechas sobre los demás y calma los antagonismos. Cuando tenemos la paz de Jesús en el corazón, no nos inquieta la desconfianza hacia los demás.

    Los niños son pacificadores naturales. Les encanta jugar juntos, y disfrutan jugando en equipos cooperativos.

    "Felices los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados seréis cuando os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Mirar a la humanidad con amor paterno puede suavizar los golpes de la persecución o el maltrato. Un amor paterno es previsor y sabe que el progreso siempre triunfará sobre la opresión. El mero amor fraterno difícilmente puede lograr la misma mentalidad. Esta bienaventuranza quedó ejemplificada en la disposición de Jesús a dar la vida por sus enemigos y por sus amigos.

    El amor paterno se complace en devolver El bien y el mal.

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Colaboradores

MaryJo Garascia, Mike Robinson, Gary Tonge

Referencias y fuentes

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