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El día de la consagración 

Enero 18, 27 CE (Sábado)

Jesús condujo a sus apóstoles a las tierras altas de Cafarnaún, consagrándolos para su misión. Les transmitió un profundo mensaje de aliento y les encargó formalmente que difundieran el Evangelio, haciendo hincapié en la libertad espiritual y el servicio a los demás.

El día de la consagración
  • Resumen

    Jesús entrenó a sus Los Doce Apóstoles durante muchos meses antes de Jesús ordena a sus Doce Apóstoles como mensajeros del reino. La ordenación se llevó a cabo en las tierras altas al norte de Cafarnaún y el Mar de Galilea. Antes y después de la ordenación, Jesús instruyó a sus doce apóstoles sobre su misión. Sin embargo, ellos no se sentían preparados para empezar a enseñar y le pidieron a Jesús que los instruyera más. Jesús accedió y les dio una semana más de formación. Al final de esta semana, los condujo de nuevo a las tierras altas y celebró una ceremonia de consagración, una bendición con el mandato de difundir su mensaje evangélico por el mundo.

  • El día de la consagración

    El sábado 18 de enero del año 27, por la tarde, Jesús condujo a sus apóstoles a las tierras altas al norte de Cafarnaún, donde los había ordenado el domingo anterior. Allí, tras un largo y conmovedor mensaje personal de aliento, procedió al solemne acto de la consagración de los doce, bendiciéndolos y santificándolos. Jesús reunió a los apóstoles a su alrededor en la ladera de la colina y los entregó en las manos de Dios como preparación para el día en que se vería obligado a dejarlos solos en el mundo. No hubo ninguna enseñanza nueva en esta ocasión; fue sólo una revisión de muchas características del sermón de ordenación.

    Esta consagración era, de hecho, el encargo formal de los apóstoles. A partir de aquí, saldrían a enseñar y predicar como sus representantes personales. El encargo de consagración del Maestro fue: "Id por todo el mundo y predicad las buenas nuevas del reino. Liberad a los cautivos espirituales, consolad a los oprimidos y servid a los afligidos. Refiriéndose a su futura labor de difusión del Evangelio en las ciudades y pueblos que pensaban visitar, Jesús les aconsejó que no llevaran dinero ni ropa de más. El obrero es digno de su salario", les dijo, refiriéndose a los creyentes con los que se iban a encontrar.

    Luego añadió: "Mirad que os envío como ovejas en medio de lobos; sed, pues, prudentes como serpientes y sencillos como palomas. Pero tened cuidado, porque vuestros enemigos os llevarán ante sus concilios, y en sus sinagogas os castigarán. Ante gobernadores y gobernantes seréis llevados porque creéis en este Evangelio, y vuestro mismo testimonio les será testigo de mí."

    Y finalmente, dijo: "Y cuando os lleven a juicio, no os inquietéis por lo que diréis, porque el espíritu de mi Padre mora en vosotros y hablará en ese momento por medio de vosotros. Algunos de vosotros seréis condenados a muerte, y antes de que establezcáis el reino en la tierra, seréis odiados por muchos pueblos a causa de este Evangelio; pero no temáis; yo estaré con vosotros, y mi espíritu irá delante de vosotros por todo el mundo. Y la presencia de mi Padre permanecerá con vosotros mientras vais primero a los judíos y luego a los gentiles."

    A última hora de aquella tarde, bajaron de las tierras altas, regresando a Betsaida y a la Casa de Zebedeo, donde habían estado alojados.

  • La noche después de la consagración

    Esa noche, Jesús habló largo y tendido, enseñando a los doce lo que debían ser, no lo que debían hacer. Sólo conocían una religión que imponía hacer ciertas cosas como medio para alcanzar la justicia, la salvación. El Maestro explicó a sus desconcertados apóstoles que la salvación que había venido a traer al mundo sólo podía conseguirse creyendo, mediante una fe sencilla y sincera. Dijo Jesús: "Juan el Bautista predicó un bautismo de arrepentimiento, de dolor por la antigua manera de vivir. Vosotros debéis anunciar el bautismo de la comunión con Dios. Pero fue una tarea difícil persuadir a estos pescadores galileos de que, en el reino, ser justo por la fe debe preceder a hacer la justicia en la vida diaria de los mortales de la tierra.

    Otro gran obstáculo en esta tarea de enseñar a los doce era su tendencia a tomar principios altamente idealistas y espirituales de la verdad religiosa y convertirlos en leyes concretas de conducta personal. Jesús les presentaba el bello espíritu de la actitud del alma, que luego ellos traducían en reglas de conducta personal. Muchas veces, cuando se aseguraban de recordar lo que el Maestro decía, estaban casi seguros de olvidar lo que no decía. Pero poco a poco asimilaban sus enseñanzas porque Jesús era todo lo que enseñaba. Lo que no podían obtener de sus palabras, lo adquirían poco a poco viviendo con él.

  • El dilema de Tomás

    Esa misma tarde, Thomas Didymus preguntó a Jesús: "Maestro, tú enseñas que debemos llegar a ser como niños pequeños para poder entrar en el reino del Padre, y sin embargo nos has advertido que no nos dejemos engañar por falsos profetas ni nos hagamos culpables de echar nuestras perlas a los cerdos. Ahora, sinceramente, estoy perplejo. Jesús replicó: "Tomás, siempre te empeñas en hacer literal todo lo que enseño. Cuando os pedí que os hicierais como niños como precio para entrar en el Reino, no me refería a la facilidad de engaño, a la mera disposición a creer, ni a la rapidez para confiar en extraños agradables.

    "Lo que sí deseaba que dedujerais de la ilustración era la relación niño-padre. Tú eres el hijo, y es en el reino de tu Padre en el que quieres entrar. Entre todo hijo normal y su padre existe ese afecto natural que asegura una relación comprensiva y amorosa, y que excluye para siempre toda disposición a regatear el amor y la misericordia del Padre. Y el Evangelio que vais a predicar tiene que ver con una salvación que nace de la realización en la fe de esta misma y eterna relación hijo-padre."

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  • Todos somos hijos de Dios

    Entonces Simón el Zelote preguntó: "Pero, Maestro, ¿todos los hombres y mujeres son hijos de Dios?" Y Jesús respondió: "Sí, Simón, todos son hijos de Dios, y esa es la buena noticia que vais a proclamar" Pero los apóstoles no podían comprender semejante doctrina; era un anuncio nuevo, extraño y sorprendente. Sin embargo, Jesús enseñó repetidamente a sus seguidores a tratar a todos los hombres y mujeres como sus hermanos y hermanas.

    En respuesta a una pregunta de Andrés, el Maestro dejó claro que la moralidad de su enseñanza era inseparable de la religión de su vida. Enseñó la moralidad, no desde la naturaleza de la humanidad, sino desde la relación de la humanidad con Dios, la relación paterno-filial que puede desarrollarse entre el Padre perfecto y el hijo perfeccionador.

  • ¿Qué es el Reino Celestial?

    Casi al final de la discusión de esta tarde, Juan Zebedeo preguntó a Jesús: "Maestro, ¿qué es el El Reino de los Cielos?" Y Jesús respondió: "El reino de los cielos consiste en estos tres elementos esenciales: primero, el reconocimiento del hecho de la soberanía de Dios; segundo, la creencia en la verdad de la filiación con Dios; y tercero, la fe en la eficacia del supremo deseo humano de hacer la voluntad de Dios: ser como Dios. Y ésta es la buena nueva del Evangelio: que por la fe todo mortal puede tener todos estos elementos esenciales de la salvación".

    Al día siguiente, tras la ordenación y consagración, los apóstoles se despidieron de sus familias y partieron de Betsaida hacia Jerusalén. Este viaje duró dos meses, ya que acampaban, a veces durante semanas, para enseñar a sus seguidores. Y desde sus campamentos, los apóstoles salían de dos en dos a las aldeas del camino para practicar su ministerio público. Estas fueron sus primeras lecciones de enseñanza y predicación bajo la atenta mirada y la sabia instrucción de Jesús, después de haber sido ordenados y consagrados.

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Colaboradores

Rick Warren, Mike Robinson, Gary Tonge

Referencias y fuentes

  • 140:9.1 Regreso al lugar de ordenación para la consagración.
  • 140:9.2 El encargo de consagración del Maestro.
  • 140:9.3 El consejo de Jesús a sus apóstoles sobre la predicación y la enseñanza.
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