Descubre a Jesús \ Tema \Cólera - La falta de comprensión
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La supervivencia de los primeros humanos dependía de la agresión y la ansiedad, pero enseñanzas como la regla de oro y la regla de amarse los unos a los otros han guiado a la humanidad hacia la paz y la armonía. Superar la ira con amor y comprensión fomenta un mundo más pacífico.
La ira es como un veneno para el espíritu. Es una emoción nociva que puede causarnos un gran daño a nosotros mismos y a los demás. Cuando nos enfadamos, es como tirar una piedra en un avispero: provoca problemas y crea el caos. La ansiedad y el miedo eran comunes entre nuestros primeros antepasados. Estos sentimientos les ayudaron a sobrevivir y a adaptarse a su entorno. Sin embargo, la ansiedad excesiva puede ser perjudicial, provocar ira e inhibir nuestro progreso. Es importante encontrar un equilibrio y no dejar que la ira nos controle o cause daño a los demás.
La ira es un signo de que nuestra naturaleza espiritual está perdiendo el control sobre nuestros pensamientos y acciones. Demuestra falta de amor, de respeto por uno mismo y de autocontrol. La ira puede dañar nuestra salud, nublar nuestra mente e impedir nuestro crecimiento espiritual. Recordar las enseñanzas del amor y la paciencia puede ayudarnos a superar la ira y a encontrar la paz en nuestro interior. Nuestros antepasados eran bastante agresivos y propensos a la guerra en los primeros tiempos de la humanidad. Más tarde, se enseñó a la humanidad la regla de oro: tratar a los demás como nos gustaría ser tratados. Cuando vivían según este código, eran capaces de evitar los conflictos violentos y valoraban la paz y la armonía. Más recientemente, Jesús nos suplicó que nos amáramos los unos a los otros como Él nos amó, que es el amor y la tolerancia más elevados que el mundo ha conocido jamás.
Deja que tu corazón esté tan dominado por el amor, que tu guía espiritual no tendrá dificultad en librarte de la tendencia a dar rienda suelta a esos arrebatos de ira animal que son incompatibles con la condición de hijo divino. Esforcémonos por controlar nuestra ira y sustituirla por amor y comprensión. Al hacerlo, podemos crear un mundo más pacífico y amoroso para nosotros y para todas las generaciones futuras.
Cuando le preguntaron sobre la ira, Jesús respondió profundizando en la naturaleza de la ira y su significado espiritual. Dijo: "La ira es una manifestación material que representa, de un modo general, la medida del fracaso de la naturaleza espiritual para obtener el control de las naturalezas intelectual y física combinadas. La cólera indica su falta de amor fraternal tolerante, además de su falta de amor propio y autocontrol. La ira agota la salud, envilece la mente e incapacita al espíritu maestro del alma del hombre".
Para apoyar sus enseñanzas, Jesús hizo referencia a varias escrituras, destacando la sabiduría que contienen sobre la naturaleza destructiva de la ira y la importancia de la paciencia, la comprensión y la autodisciplina. Hizo hincapié en el poder de las palabras suaves y la discreción para calmar la ira y en la insensatez de permitir que la ira domine nuestras acciones. Explicó: "La ira es cruel y el enojo es indignante".
Jesús cambió el enfoque hacia el aspecto interno de la contaminación, haciendo hincapié en que la verdadera impureza se origina en el corazón de una persona. Enumeró varios malos pensamientos e intenciones que contaminan a las personas, como el asesinato, el robo, el adulterio, los celos, el orgullo, la ira y la venganza. Según Jesús, estas impurezas internas se manifiestan en palabras y acciones externas, contaminando espiritualmente a las personas. Jesús aconsejó a sus seguidores que permitieran que su La inhabitación del Espíritu de Dios les librara de la tendencia a desahogarse en arrebatos de ira animal. Consideraba que la ira era incompatible con la dignidad y la condición de todo embajador celestial e hijo de Dios.
Jesús mostraba un gran interés por conocer a todas las personas "El ministerio de Jesús al pasar", lo que le llevaba a escuchar intensamente sus preocupaciones. Así comprendía mejor sus pensamientos y sentimientos. Nunca necesitó hacer un seguimiento después de su encuentro, porque tenía plena fe y confianza en ellos. Eligió sabiamente una respuesta que se ajustaba perfectamente a sus necesidades, una respuesta que les llegaba al alma. Averiguó lo que necesitaban y lo hizo por ellos. Los momentos que pasó con ellos fueron atesorados para toda la vida. Jesús amaba más a cada persona a medida que la comprendía y la conocía mejor. No sólo mostró a cada individuo el amor y la compasión del Padre de una manera que era significativa para ellos, sino que fue el hermano humano y el amigo que necesitaban y que todas las personas desean. Esta ley universal del amor tiene mucho más sentido para la gente de hoy con nuestros conocimientos de psicología. Haríamos bien en aprender de la técnica de Jesús de atender a los demás según sus necesidades individuales. En un mundo moderno lleno de ira y desesperación, tendríamos mucho más éxito si empleáramos el método de Jesús a través de su Espíritu de la Verdad - "El Consolador.
A pesar de las enseñanzas de Jesús, algunos seguían teniendo dificultades para comprender plenamente su mensaje, lo que llevó al apóstol Simón Pedro a pedir aclaraciones. En respuesta, Jesús reiteró la importancia de buscar la verdad y la comprensión, haciendo hincapié en que la ceguera espiritual puede llevar por mal camino tanto a los maestros como a los seguidores, y que la incomprensión a menudo conduce al resentimiento y a la división. Nos exhorta a amarnos cada día más unos a otros y a dedicar tiempo a conocer a los demás si tenemos la voluntad de vivir la vida que Jesús nos pidió.
En general, las enseñanzas de Jesús sobre el tema de la ira hacían hincapié en el poder transformador del amor, la autodisciplina y la comprensión espiritual para superar la ira y las impurezas interiores, como los malos pensamientos que se originan en el corazón y encuentran su expresión en las palabras y los hechos de proyectos perversos de asesinato, robo, adulterio, celos, orgullo, ira, venganza y mentiras, y fomentando el verdadero crecimiento espiritual y la rectitud.
A lo largo de la historia, la comprensión de Dios por parte de la humanidad ha evolucionado. Al principio, las civilizaciones antiguas representaban a Dios a su propia imagen, atribuyendo a la divinidad emociones humanas como ataques de ira, cólera y venganza. Estos sentimientos son mezquinos y despreciables; y apenas merecen ser llamados humanos, y mucho menos divinos. Tales actitudes son totalmente ajenas a la naturaleza perfecta y al carácter bondadoso del Padre Universal. Sin embargo, con el tiempo, los conceptos de Dios maduraron a través de figuras como Moisés y los profetas, allanando el camino para una comprensión más esclarecida de la naturaleza amorosa del Padre celestial que Jesús presentó a la humanidad.
El Dios eterno, tal como lo reveló Jesús, trasciende las emociones humanas como la ira y la cólera. Tales sentimientos se consideran incompatibles con la dignidad divina y son restos de creencias religiosas primitivas. En cambio, Jesús enfatizó un Dios de amor, misericordia y servicio desinteresado, contrario a los dioses iracundos de antaño. Sus enseñanzas contrastaban fuertemente con las nociones primitivas de Dios que prevalecían en su época. Era una revelación viviente de la naturaleza de Dios, y enfatizaba el amor y la misericordia divinos, invitando a todos a abrazar los privilegios de la filiación divina a través de la fe y no del miedo.
Diversas tradiciones filosóficas y religiosas también se hacen eco de esta concepción de un Dios benevolente y misericordioso. Los cínicos describían a Dios como desprovisto de ira y enemistad, mientras que las enseñanzas hindúes promueven la compasión, el perdón y la regla de oro como reflejos de la bondad y la gracia de Dios, que es un amigo amable y un Padre bondadoso. La evolución de la comprensión de Dios por parte de la humanidad refleja una progresión hacia una concepción más compasiva, amorosa y misericordiosa de lo divino, ejemplificada por Jesús y de la que se hacen eco diversas tradiciones espirituales avanzadas. Jesús dijo: "Los que habéis vivido conmigo sabéis bien que la ira y el enojo no forman parte del establecimiento del reino de los cielos en el corazón de los hombres".
Jesús se indignaba a menudo ante el mal y era intolerante con el pecado. A menudo se sintió poderosamente movido a resistir lo que era contrario al bienestar de sus hijos en la tierra. Pero su indignación contra el pecado nunca le llevó a enfadarse con el pecador.
Aunque muchos de los rituales del templo impresionaban muy conmovedoramente a Jesús por su sentido de lo bello y lo simbólico, Jesús sencillamente no aceptaba explicaciones del culto y la devoción religiosa que implicaran la creencia en la ira de Dios o la cólera del Todopoderoso. Jesús dijo una vez José: "Padre mío, no puede ser verdad; el Padre celestial no puede considerar así a sus hijos descarriados de la tierra. El Padre celestial no puede amar a sus hijos menos de lo que tú me amas a mí. Y bien sé que, por imprudente que yo sea, nunca derramarías tu ira sobre mí ni descargarías tu cólera contra mí. Si tú, mi padre terrenal, posees tales reflejos humanos de la Divinidad, cuánto más el Padre celestial debe estar lleno de bondad y rebosar de misericordia. Me niego a creer que mi Padre celestial me quiera menos que mi padre terrenal".
La impaciencia es un veneno para el espíritu; la ira es como una piedra arrojada a un avispero. El miedo y la ira debilitan el carácter y destruyen la felicidad. Sentir ira es una emoción humana normal, pero gestionarla es crucial para mantener relaciones sanas.
La ira suele ser el resultado de sentimientos subyacentes de miedo o tristeza, y reconocerlo puede conducir a una comunicación más productiva. La ira incontrolada es destructiva e incompatible con el amor, que busca promover el bienestar y las interacciones positivas. La gestión eficaz de la ira incluye admitir y expresar los sentimientos de forma constructiva, establecer reglas básicas para los conflictos, tratar de comprender otras perspectivas y dar prioridad a la reparación de las relaciones mediante la comprensión y el perdón.
En el Análisis del sermón de ordenación Montaña, Jesús dijo: "Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios" Los oyentes de Jesús anhelaban una liberación militar, no pacificadores. Pero la paz de Jesús no es de tipo pacifista y negativo. Ante las pruebas y las persecuciones, dijo: "Mi paz os dejo"; "No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo"; ésta es la paz que evita los conflictos ruinosos. La paz personal integra la personalidad. La paz social evita el miedo, la codicia y la ira. La paz política previene los antagonismos raciales, las sospechas nacionales y la guerra. La paz es la cura de la desconfianza y el recelo.
En Significado de Pentecostés, el Espíritu de la Verdad dotó a los seres humanos con el poder de perdonar las heridas personales, de mantener una buena naturaleza en medio de la injusticia más grave, de permanecer impasibles ante el peligro atroz, y de desafiar los males del odio y la ira mediante actos intrépidos de amor y tolerancia. Nuestro mundo ha atravesado en su historia los estragos de grandes y destructivas guerras. Todos los participantes en estas terribles luchas fueron derrotados. Sólo hubo un vencedor: Jesús de Nazaret y su evangelio de vencer el mal con el bien. Las enseñanzas del Maestro sobre la fraternidad humana, la buena voluntad y la confianza mutua son la clave para una civilización mejor.
Hijo de Dios, Hijo del Hombre. Hijo Creador del Universo.
Apóstol, hermano de Andrés y destacado predicador.
Padre de Jesús y esposo de María.
Una presencia divina dentro de la mente humana.
Desarrollar una personalidad fuerte y unificada.
El respeto por uno mismo, el autocontrol y el autodominio son piedras angulares.
Sede apostólica y centro de muchos acontecimientos.
Susan Lyon, Roland Siegfried, Mike Robinson, Gary Tonge