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Discover Jesus \ Events \Jesús cura a los diez leprosos
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Cuando Jesús se acercó a Amatus, curó a diez leprosos, entre ellos un samaritano que expresó singularmente su gratitud. Este incidente puso de relieve la mayor aceptación de las enseñanzas de Jesús entre los no judíos y desafió los arraigados prejuicios religiosos.
Al enseñar sobre el El Reino de los Cielos, Jesús y sus seguidores solían recibir una acogida más cálida por parte de los no judíos, incluidos los Samaritanos, que en general no caían bien a los judíos. Cuando Jesús y su grupo se acercaron a la ciudad de Amatus, se encontraron con diez leprosos, entre ellos un samaritano que había sido aceptado por los leprosos judíos debido a que compartían la misma condición.
Después de curarlos, sólo el samaritano volvió para expresar su gratitud directamente a Jesús, ilustrando el poder de la fe a través de las divisiones culturales y desafiando arraigados prejuicios religiosos. Este acontecimiento puso de relieve la amplia aceptación del mensaje de Jesús entre los no judíos y demostró la indiferencia de quienes daban por sentadas sus bendiciones.
Cuando enseñaban sobre el reino de los cielos, Jesús, sus Los Doce Apóstoles y los Setenta discípulos solían encontrar una mayor acogida entre los no judíos. Incluso los samaritanos, a quienes los judíos tenían enemistad y evitaban, aceptaban de buen grado el Evangelio. Al mismo tiempo, los judíos se negaban a renunciar a la seguridad de limitarse a obedecer las exigencias del templo. Cuando Jesús se acercó a la ciudad de Amatus, cerca de la frontera con Samaria, le esperaba un grupo de diez leprosos, a los que los setenta discípulos habían avisado de que Jesús y sus apóstoles estaban en camino. Cuando Jesús se acercó, le imploraron que los curara como había hecho con otros.
El grupo estaba formado por un samaritano y nueve judíos. Como compartían la misma aflicción, los judíos permitieron que el samaritano se uniera a ellos, superando sus prejuicios religiosos en este caso especial. Jesús acababa de comentar cómo los gentiles de Perea y los samaritanos acogieron su mensaje.
Simón Zelotes, el patriota judío intransigente, vio a un samaritano entre los leprosos y sugirió que siguieran caminando. Jesús preguntó a Simón: "Pero ¿y si el samaritano ama a Dios tanto como los judíos? ¿Debemos juzgar a nuestros semejantes? ¿Quién lo diría? Si sanamos a estos diez hombres, quizá los samaritanos estén más agradecidos que los judíos. Simón, ¿estás seguro de tus opiniones? Simón respondió rápidamente: "Si los limpias, pronto lo sabrás". Jesús replicó: "Así será, Simón, y pronto sabrás la verdad sobre la gratitud de los hombres y la amorosa misericordia de Dios".
Cuando Jesús se acercó a los leprosos, les dijo: "Si queréis curaros, id inmediatamente y mostraos a los sacerdotes, como manda la ley de Moisés"; y al ir, se curaron. Pero el samaritano, al ver que se curaba, dio media vuelta y, camino de encontrar a Jesús, se puso a alabar a Dios a grandes voces. Cuando encontró al Maestro, cayó de rodillas a sus pies y le agradeció su curación. Los otros nueve, los judíos, también habían descubierto su curación, y aunque estaban agradecidos por su limpieza, continuaron su camino para encontrarse con los sacerdotes.
Mientras el samaritano permanecía arrodillado a los pies de Jesús, el Maestro miró alrededor a los doce, en particular a Simón el Zelote, y preguntó: "¿No fueron diez los que quedaron limpios? ¿Dónde están los otros nueve, los judíos? Sólo uno, este extranjero, ha vuelto para glorificar a Dios. Luego dijo al samaritano: "Levántate y vete; tu fe te ha sanado".
Cuando el forastero se marchó, Jesús miró a sus apóstoles. Todos los apóstoles miraron a Jesús, excepto Simón el Zelote, que tenía los ojos bajos. Los doce no dijeron ni una palabra. Jesús no habló porque no era necesario.
Aunque los diez hombres creían que tenían lepra, sólo cuatro quedaron afligidos. Los otros seis fueron curados de una enfermedad de la piel que habían confundido con la lepra. Pero el samaritano en realidad tenía lepra.
Jesús ordenó a los doce que no hablaran de la purificación de los leprosos. Cuando entraron en Amatus, observó: "Ya veis cómo los hijos de la casa, aun cuando se insubordinan a la voluntad de su Padre, dan por sentadas sus bendiciones; les parece insignificante no dar gracias cuando el Padre los cura, pero los extraños se llenan de asombro cuando reciben regalos del jefe de la casa y se ven obligados a dar gracias en reconocimiento de los bienes que se les conceden" Al oírlo, los apóstoles guardaron silencio.
Apóstol y fanático; a menudo hablaba sin pensar.
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