Jesús elige a Andrés y Simón como apóstoles 

Tras Cuarenta días en el desierto de planificar su futura obra, Jesús bajó de las colinas para reunirse con los seguidores de Juan el sábado 23 de febrero del año 26 de nuestra era. Juan estaba en la cima de su popularidad, y durante todo ese día, Jesús se mezcló con la multitud. Dos de los principales discípulos de Juan, Andrés y Simón, pasaron mucho tiempo hablando con Jesús. Andrés quedó profundamente impresionado por Jesús. Cuando Jesús ayudó a un muchacho que se había caído y se había hecho daño, y luego lo llevó a la cercana aldea de Pella con su familia, Andrés lo acompañó. Por el camino, le hizo muchas preguntas a Jesús. Cuando ambos se detuvieron para conversar brevemente antes de regresar, Andrés expuso a Jesús sus ideas. Andrés, agudo observador de la naturaleza humana, creyó que Jesús era el nuevo maestro y expresó su ardiente deseo de seguirle. Andrés imploró: "Quiero sentarme a tus pies y aprender toda la verdad sobre el nuevo reino" Jesús, dándole plena seguridad a Andrés, le acogió como su primer apóstol.

Cuando regresaron al campamento, Andrés se dirigió a su hermano Simón y le comunicó su lealtad a Jesús y le aconsejó que hiciera lo mismo. Simón estuvo de acuerdo con Andrés, admitiendo que desde que Jesús vino a trabajar a la tienda de Zebedeo, sabía que había sido enviado por Dios. Pero, ¿y Juan el Bautista? Simón preguntó: "¿Vamos a abandonarlo? ¿Es esto lo correcto?".

Andrés creía sinceramente en la obra de Juan y era uno de sus principales partidarios. Su entusiasta hermano Simón era uno de los principales discípulos de Juan. Esto sería un duro golpe para el ministerio de Juan. Los dos hermanos se pusieron de acuerdo para ir a ver a Juan y consultarle. Juan se entristeció al perder a dos de sus más valiosos ayudantes y alentadores, pero se dio cuenta de que era el precursor de alguien más grande y comprendió plenamente que Jesús era ese alguien más grande. Juan respondió proféticamente, diciendo: "Esto no es más que el principio; dentro de poco terminará mi obra, y todos llegaremos a ser sus discípulos."

Aquella noche, Juan se despidió de Andrés y Simón, con los ojos llorosos pero la voz firme, este mensajero incondicional entregó a dos de sus discípulos principales para que se convirtieran en apóstoles de Jesús.

Andrés se dirigió a Jesús y le anunció que su hermano también deseaba unirse y servir para construir este nuevo reino. Al dar la bienvenida a Simón, Jesús le dijo: "Simón, tu entusiasmo es encomiable, pero es peligroso para la obra del reino. Te aconsejo que seas más reflexivo al hablar. Yo te cambiaría el nombre por el de Pedro".

Mientras Jesús pasaba la noche en Pella por invitación de los agradecidos padres que le ofrecieron hacer de su casa su hogar, Andrés y Simón trataban de averiguar cuál podría ser su papel en el establecimiento de este nuevo reino. Andrés y su hermano eran pescadores socios de Santiago Zebedeo y Juan Zebedeo, y cuando Santiago y Juan regresaron de buscar a Jesús en las colinas cercanas, Simón Pedro les dijo que se habían convertido en los primeros apóstoles aceptados, y que debían partir con Jesús por la mañana hacia Galilea.

La decepción se reflejó en los rostros de Santiago y Juan. Jesús había trabajado en Zebedeo contrata a Jesús en su taller de construcción de barcas, y estos dos consideraban a Jesús como un hermano. ¿Por qué no se les llamó a ellos primero? Dolidos, salieron Santiago y Juan Zebedeo acogidos como apóstoles.

Andrés fue designado finalmente presidente de los apóstoles, recibiendo un término equivalente a jefe. Andrés admiraba sobre todo a Jesús por su coherente sinceridad. Simón Pedro tenía fama de errático e impulsivo. Jesús le había apodado con humor Pedro, la "roca", justo lo contrario de quien no puede contener sus emociones. Simón Pedro admiraba más a Jesús por su carácter indulgente, su ternura sobrenatural y su infinita paciencia.