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Discover Jesus \ Events \Admoniciones y advertencias finales
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Jesús dio a sus apóstoles las últimas advertencias y palabras de consuelo, ofreciéndoles una paz más allá de la comprensión material, arraigada en la seguridad del cuidado de Dios. Hizo hincapié en el amor, el crecimiento espiritual y el triunfo final de cumplir la voluntad de Dios.
La vida de Jesús se truncó, y tenía mucho más que impartir a sus apóstoles. Después de establecer un nuevo pacto en su última cena juntos, Jesús les enseñó todo lo que pudo y les preparó para los terribles acontecimientos que se avecinaban. Dio a sus apóstoles sus últimas advertencias y amonestaciones, incluyendo sus últimas palabras de consuelo, transmitiendo una paz más allá de la comprensión material, basada en la certeza de que sus vidas estaban seguras bajo el cuidado de su Padre celestial. En sus últimos momentos con ellos, Jesús hizo hincapié en el amor, el crecimiento espiritual y el triunfo final de hacer la voluntad de Dios.
Después de la La Última Cena, se cantó un salmo y los Once apóstoles (menos Judas Iscariote) se levantaron para volver al campamento. Jesús les indicó que se quedaran sentados, pues tenía mucho más que decirles. Les dio su El discurso de despedida, diciendo que sólo estaría con ellos un poco más. Les dio el mandamiento nuevo: amar como él ama. Se comparó a sí mismo con una vid que nos alimenta a nosotros, los sarmientos. Les advirtió de la enemistad del mundo a la que se enfrentarían cuando él ya no estuviera. Prometió enviar un ayudante, el Espíritu de la Verdad. Jesús explicó la necesidad y las ventajas de su marcha.
Jesús relató muchas de sus experiencias juntos y siguió hablando de su discurso de despedida. Empezamos a comprender que Jesús se estaba despidiendo. A la mente humana no le gustan las malas noticias; siempre espera lo mejor. Cuando Jesús les dijo que iba a dejarlos y que volvería por un corto tiempo, escucharon que volvería después de un corto tiempo.
Jesús regresó por un corto tiempo entre su La resurrección de Jesús y Ascensión de Jesús. Espiritualmente, Jesús regresó para establecer el reino. Él se derramó, su mismo Espíritu, sobre la tierra, y los apóstoles experimentaron el poder espiritual de este reino.
Los apóstoles no podían prever el futuro, por lo que Jesús trató de consolarlos ante el inminente horror que se avecinaba a pocas horas de distancia.
Cuando los once tomaron asiento, Jesús se levantó y se dirigió a ellos: "Mientras esté con vosotros en la carne, no puedo ser más que un individuo en medio de vosotros o en el mundo entero. Pero cuando haya sido liberado de esta investidura de naturaleza mortal, podré volver como espíritu que habita en cada uno de vosotros y en todos los demás creyentes en este Evangelio del Reino. De este modo, el Hijo del Hombre se encarnará espiritualmente en las almas de todos los verdaderos creyentes.
"Cuando haya regresado para vivir en vosotros y obrar a través de vosotros, podré conduciros mejor por esta vida y guiaros por las muchas moradas de la vida futura en el cielo de los cielos. La vida en la creación eterna del Padre no es un descanso interminable de ociosidad y comodidad egoísta, sino una progresión incesante en la gracia, la verdad y la gloria. Cada una de las muchas, muchas estaciones en la casa de mi Padre es una parada, una vida diseñada para prepararte para la siguiente que te espera. Y así los hijos de la luz irán de gloria en gloria hasta que alcancen el estado divino en el que son espiritualmente perfeccionados como el Padre es perfecto en todas las cosas.
"Si queréis seguirme cuando os deje, esforzaos por vivir de acuerdo con el espíritu de mis enseñanzas y con el ideal de mi vida: hacer la voluntad de mi Padre. Haced esto en vez de tratar de imitar mi vida natural en la carne, tal como, forzosamente, he tenido que vivirla en este mundo.
"El Padre me envió a este mundo, pero sólo unos pocos de vosotros habéis elegido plenamente recibirme. Derramaré mi espíritu sobre toda carne, pero no todos los hombres elegirán recibir a este nuevo maestro como guía y consejero del alma. Pero todos los que lo reciban serán iluminados, limpiados y consolados. Y este Espíritu de la Verdad se convertirá en ellos en una fuente de agua viva que brotará para vida eterna.
"Y ahora, a punto de dejaros, quiero deciros palabras de consuelo. La paz os dejo; mi paz os doy. No hago estos dones como el mundo los da; por medida, doy a cada uno de vosotros todo lo que recibiréis. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo. Yo he vencido al mundo, y en mí triunfaréis todos por la fe. Os he advertido que el Hijo del hombre será muerto, pero os aseguro que volveré antes de ir al Padre, aunque sea por poco tiempo. Y después de haber ascendido al Padre, enviaré sin duda al nuevo maestro para que esté con vosotros y habite en vuestros mismos corazones. Y cuando veáis que todo esto sucede, no os desaniméis, antes bien creed, puesto que lo sabíais todo de antemano. Os he amado con gran afecto y no os dejaría, pero es la voluntad del Padre. Ha llegado mi hora.
"No dudéis de ninguna de estas verdades, ni siquiera después de haber sido dispersados por la persecución y abatidos por muchos dolores. Cuando sintáis que estáis solos en el mundo, sabré de vuestro aislamiento, así como, cuando seáis dispersados cada uno por su lado, dejando al Hijo del hombre en manos de sus enemigos, sabréis del mío. Pero nunca estoy solo; siempre está el Padre conmigo. Incluso en ese momento rezaré por vosotros. Y todo esto os lo he dicho para que tengáis paz y la tengáis en abundancia. En este mundo tendréis tribulación, pero tened buen ánimo; yo he triunfado en el mundo y os he mostrado el camino de la alegría eterna y del servicio eterno."
La paz de Jesús no puede explicarse adecuadamente; sólo puede experimentarse. Trasciende la comprensión ordinaria e irradia una calma interior y majestuosidad, incluso hasta el amargo final. Su paz no es de este mundo material y requiere algo más que palabras para transmitir su profundidad y su poder.
Sin Jesús, hay dos caminos materiales que intentan conducir a la paz: la aceptación estoica de las inevitables dificultades de la vida o la creencia optimista en un futuro mejor para la humanidad. Aunque tanto el estoicismo como el optimismo pueden ayudar a sortear los altibajos de la vida, no son duraderos. Estos enfoques son útiles, pero carecen de la cualidad duradera de la paz que ofrece Jesús.
La paz de Jesús es la alegría y la satisfacción profundas que provienen del cumplimiento del objetivo primordial de la vida: aprender a hacer la voluntad de Dios mientras se está en la carne. Esta paz tiene sus raíces en la confianza absoluta que Jesús tenía en el cuidado sabio y amoroso del Padre, que le capacitaba para proseguir su misión con confianza y sin miedo. Jesús se mostró resuelto, devoto e intrépido ante lo que estaba por venir, sabiendo que su futuro y su destino estaban seguros en las manos de un Padre todo amor, todo sabiduría y todo poder. Esta paz, que sobrepasa la comprensión humana, pertenece a todos los que eligen alinear su voluntad con la de Dios, como hizo Jesús.