El undécimo año de Jesús 

A Jesús le gustaba acompañar a su padre en sus viajes fuera de casa. También visitaba la granja de su tío y de vez en cuando iba a pescar con él a Magdala.

José y María se contuvieron ante la tentación de contar a los demás que estaban criando a un hijo del destino. Contuvieron su entusiasmo. También fueron previsores al no mostrarle ningún favoritismo. Y si percibía algún trato preferencial, Jesús lo rechazaba inmediatamente.

A Jesús se le podía encontrar con frecuencia en la tienda de suministros para caravanas, fascinado por las conversaciones con tantos viajeros de tantas partes del mundo. El chazán venía una vez a la semana por la tarde para ayudar a Jesús a dominar las escrituras hebreas. Jesús le parecía un alumno brillante y prometedor, pero nunca pudo entender por qué Jesús parecía indiferente a sus sugerencias sobre la posibilidad de continuar su educación con los sabios rabinos de Jerusalén.

En mayo, Jesús fue con su padre en viaje de negocios a la ciudad griega de Escitópolis. Jesús se sintió abrumado por los edificios limpios y bien ordenados, el teatro al aire libre y el hermoso templo de mármol. A José le molestó el entusiasmo por una ciudad de dioses "paganos", e inmediatamente recordó a Jesús las maravillas del Templo de Jerusalén. Pero al estar rodeado de lugares tan agradables, incluso José sabía que su argumento era débil. El problema de José consistía más bien en conocer la historia de Israel con los filisteos.

En el anfiteatro de Escitópolis se celebraban anualmente los juegos competitivos y las exhibiciones públicas de destreza física entre las ciudades griegas de Decápolis, y Jesús insistió en que su padre lo llevara a verlos. José dudó en negárselo. A Jesús le encantaban los juegos y disfrutaba con el desarrollo físico y las demostraciones de destreza atlética. A José le horrorizaba el entusiasmo de su hijo por estas muestras de vanagloria "pagana". Después de los juegos, José se sorprendió al oír a Jesús elogiarlos y sugerir que los jóvenes de Nazaret se beneficiarían de una sana actividad física al aire libre. José pasó mucho tiempo explicándole a Jesús por qué esas prácticas eran malas, pero sabía que no estaba convencido.

Esa noche, en la habitación, Jesús sugirió a su padre que empezara a construir un anfiteatro en Nazaret cuando regresaran. Jesús fue testigo de cómo su padre se enfadaba con él por primera vez. José agarró a Jesús por el hombro y exclamó airadamente que nunca jamás había hecho planes tan malvados. Jesús se quedó estupefacto, sintiendo por primera vez el aguijón de la justa indignación de su padre. Más tarde, en Jerusalén, Jesús se enteró de lo odiosas que eran tales actividades desde el punto de vista judío. Aún así, siempre incluyó la recreación sana en el trabajo de sus apóstoles.

El miércoles 24 de junio por la tarde, María dio a luz a su séptimo hijo, Judas, que sufrió complicaciones y enfermó, lo que impidió a José volver al trabajo durante varias semanas. Jesús hizo los recados para este padre y cumplió con todas las obligaciones necesarias para la recuperación de su madre. Jesús asumió las obligaciones de un primogénito muchos años antes de lo que cabría esperar normalmente. La actitud despreocupada de sus primeros años se evaporó y desapareció para siempre.

Este fue el último año en que Jesús dispuso de tiempo libre, del que tanto disfrutaba. Las dificultades y las responsabilidades empezaron a acumularse después de este año, al final del cual Jesús se mantenía en buena forma física, con buen sentido del humor y, por lo general, desenfadado. Reflexionó mucho sobre cómo cumplir con sus obligaciones familiares y responder a la llamada de su misión en el mundo. Decidió que su misión incluía al mundo entero, y no sólo al pueblo judío.