El décimo año de Jesús 

El cinco de julio del año 4 de nuestra era, mientras Jesús paseaba por el campo con su padre, compartió sentimientos que revelaban que empezaba a ser consciente de lo insólito de su misión. José escuchó atentamente sus palabras, pero sólo hizo algunos comentarios de pasada. Al día siguiente, Jesús y su madre tuvieron una conversación más larga. Ella escuchó sus palabras, pero no dijo nada. Pasaron casi dos años antes de que Jesús volviera a hablar con sus padres sobre su creciente conciencia de su personalidad y su misión en la tierra.

Jesús pasó por las influencias habituales de la elección de carrera. Al observar la industria pesquera, pensó en hacerse pescador. Viendo a su padre ejercer su oficio, decidió ser carpintero. Y otras influencias le convencieron de la elección final de convertirse en maestro religioso de un nuevo orden.

En agosto, Jesús entró en la escuela avanzada de la sinagoga. No dejaba de hacer preguntas, todas desafiantes y un poco embarazosas, pues carecían de respuestas fáciles. Todo Nazaret se excitaba y compartía animadas discusiones. Sus padres no querían apagar su curiosidad intelectual. Su maestro principal estaba cautivado por la curiosidad, perspicacia y sed de conocimiento del joven.

Sus amigos le veían como a un compañero de clase, aunque hacía muchas preguntas. No veían nada sobrenatural en su comportamiento. Era uno de ellos. Jesús también poseía una rara y comprensiva simpatía que le valió la adoración de sus jóvenes amigos.

Sorprendentemente, Jesús se negó a defender sus derechos. No se defendía de los matones, ni siquiera de la injusticia. Parecía una anomalía porque era físicamente fuerte. Afortunadamente, gracias a su amigo Jacob, un año mayor que él, que se encargaba de que nadie molestara a Jesús, éste tenía protección. Cuando otros atacaron a Jesús, conociendo su aversión a la lucha, Jacob se ocupó de ellos y se aseguró de que no volvieran a molestar a Jesús.

Jesús empezó a relacionarse con personas mayores, donde podía tratar un sinfín de temas a los que respondía con experiencia. Los mayores disfrutaban hablando con alguien tan joven que contemplaba seriamente tales temas y exhibía una notable profundidad de razonamiento junto con agudas observaciones. Sus padres preferían que jugara con sus compañeros antes que buscar a los mayores, aunque había que reconocer que estaban mejor informados.

Este mismo año, Jesús pasó dos meses pescando con su tío en el Mar de Galilea, adquirió gran destreza y en pocos años se convirtió en un experto pescador.

Jesús se desarrolló físicamente. Fue un alumno de honor en la escuela. Superaba en edad a su hermano mayor en tres años y medio, y se llevaba bastante bien con ellos. Su reputación en Nazaret era buena, excepto entre algunos padres que le criticaban por ser demasiado atrevido y carecer de humildad y reserva. Jesús era un maestro nato, un don que no podía reprimir. Incluso cuando los niños jugaban, dirigía sus actividades hacia canales más serios y mentalmente estimulantes.